CSN Seguridad radiológica en veterinaria - Alfa 52 Revista Alfa

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Alfa 52

En busca de los límites de la tabla periódica

A lo largo de siete décadas, laboratorios de investigación nuclear de Estados Unidos, Rusia, Alemania y Japón han extendido el número de elementos químicos hasta el 118, ahora intentan crear los elementos 119 y 120. Con este tema abrimos el último número de Alfa de este 2022.

En los reportajes divulgativos, te damos las claves para adentrarte en el mundo del metaverso y de la nueva versión del supercomputador español MareNostrum, que en 2023 verá la luz y permitirá avances espectaculares en diferentes áreas de investigación, como química, aeronáutica, biología molecular e incluso fusión nuclear.

Sin perder de vista la actualidad, abordamos también el Tratado de No Proliferación Nuclear y la reunión mantenida el pasado agosto en Nueva York por sus países firmantes. 

A través del resto de reportajes podrás conocer las medidas de protección radiológica que se aplican en veterinaria y recorrer los ecosistemas que se comportan como complejos castillos de naipes, donde cada especie es una carta y cuando alguna desaparece, todo el edificio se viene abajo.

Atzealdea

Seguridad radiológica en veterinaria

La relación con los animales de compañía ha cambiado con el tiempo. Este vínculo se traduce en un mayor cuidado de estos compañeros cada vez más numerosos. Los dueños de mascotas se comportan de una manera similar al de las personas que van con su prole al pediatra y demandan al veterinario diagnósticos y tratamientos altamente especializados. Ahora, los animales son ya parte de la familia y sus dueños piden que tengan la misma calidad terapéutica que un humano. Y la práctica veterinaria ha avanzado para adaptarse a esta demanda, incorporando los avances tecnológicos que se producen en el ámbito de la medicina. Y eso supone que deben atender las exigencias que esas tecnologías conllevan; por ejemplo, en cuanto a protección radiológica se refiere. 

Texto: Pura C. Roy | periodista de ciencia 

L as clínicas veterinarias han sufrido transformaciones tecnológicas que les permiten tratar desde un hámster a un caballo y utilizar desde la radiografía analógica, hasta la radiología digital directa para ver la imagen inmediatamente después de realizar la prueba. También disponen de ecógrafos con los que diagnosticar masas abdominales de milímetros y en las clínicas se realizan tomografías y resonancias. Cada una de estas tecnologías necesita ser manipulada por los veterinarios con responsabilidad y conocimientos, especialmente cuando utilizan radiaciones. 

En medicina y cada vez más en veterinaria, el uso de radiaciones ionizantes se encuadra en la aplicación de técnicas de radiodiagnóstico, radioterapia y medicina nuclear. Según el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) el radiodiagnóstico comprende el conjunto de procedimientos de visualización y exploración de la anatomía mediante imágenes y mapas. Algunas de estas aplicaciones son la obtención de radiografías mediante rayos X para identificar lesiones y enfermedades internas, el uso de radioisótopos en la tomografía computerizada para generar imágenes tridimensionales, la fluoroscopia y la radiología intervencionista, que permite el seguimiento visual de determinados procedimientos quirúrgicos. 

La medicina nuclear es una especialidad médica que incluye la utilización de material radiactivo en forma no encapsulada para diagnóstico, tratamiento e investigación. Un ejemplo es el radioinmunoanálisis, una técnica analítica de laboratorio que se utiliza para medir la cantidad y concentración de numerosas sustancias en muestras biológicas del paciente. Por su parte, la radioterapia permite destruir células y tejidos tumorales aplicándoles altas dosis de radiación. Y dado que los animales caseros cada vez viven más, las enfermedades que hace años eran muy escasas, como las oncológicas, ahora son mucho más frecuentes.  

Pruebas radiológicas

Como ocurre en la salud humana, uno de los métodos utilizados en veterinaria son las pruebas radiológicas. Por ello recientemente la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP, por sus siglas en inglés) ha incorporado en su página web un extenso borrador de una nueva publicación sobre protección radiológica en la práctica veterinaria para ser sometido a comentarios. El motivo de este documento, que no es normativo, es poner en evidencia la importancia del uso actual de las radiaciones ionizantes en su práctica cotidiana.

“El uso de las radiaciones ionizantes en aplicaciones veterinarias, tanto para el diagnóstico como para el tratamiento de enfermedades ha crecido exponencialmente en los últimos años, de forma paralela a como lo ha hecho la preocupación por la protección radiológica de los profesionales que se dedican a ello, así como de los miembros del público en su faceta de propietarios de los animales sometidos a estos procedimientos”, explica el borrador de la ICRP. 

El sistema de protección radiológica aplicado a las instalaciones veterinarias está descrito en numerosas publicaciones internacionales, como el informe Radiation Protection and Safety in Veterinary Medicine (International Atomic Energy Agency, 2021. IAEA safety reports series), por citar una de las más recientes. También la Asociación HERCA (Heads of the European Regulatory Competent Authorities in Radiation Protection) ha publicado varias recomendaciones. 

María Luisa Tormo, técnico del Área de Servicios en Protección Radiológica del CSN, explica que “en veterinaria se utiliza la radiología igual que en la clínica humana, para diagnosticar y tratar enfermedades. Se emplea radiología, medicina nuclear y radioterapia. Pero lo fundamental es conseguir que los veterinarios se expongan a las radiaciones lo menos posible. Pueden estar expuestos tanto en la investigación como en la práctica diaria en sus clínicas y en espacios abiertos. En veterinaria, además de la irradiación que afecta al propio animal y al profesional (exposición ocupacional) también hay que tener en cuenta a los propietarios de los animales, porque en algunas situaciones tienen que participar en la inmovilización del animal”

Para esta especialista, hay otra diferencia fundamental: mientras que en medicina humana el profesional es altamente especializado, en veterinaria suelen ser más generalistas y estas herramientas diagnósticas o terapéuticas son solo una parte de las posibilidades que tiene el veterinario a su alcance. Por eso es importante que adquieran suficiente conciencia sobre el posible riesgo que conlleva el uso de las radiaciones, algo que ha adquirido un radiólogo en el ámbito de la medicina humana, que solo se dedica a ello. “Los veterinarios, en general, sabemos poco de las radiaciones ionizantes más allá de que sirven para diagnosticar y tratar enfermedades y que hay que tener cuidado con ellas. La formación sobre protección radiológica durante la carrera no es muy amplia, aunque un veterinario necesita de esta formación para obtener la acreditación para dirigir una instalación de radiodiagnóstico. Y sin embargo, las condiciones en que se utilizan las radiaciones en la práctica veterinaria: necesidad de sujetar al animal, equipos menos avanzados tecnológicamente y exploraciones en campo sin la protección que ofrecen los blindajes estructurales, pueden suponer un riesgo adicional al existente en la medicina humana”, explica Tormo. 

Ante esta situación esta especialista piensa que fomentar la cultura de la seguridad es muy importante, así como tener bien reconocido el riesgo que va a comportar. “A pesar de haber adquirido la acreditación, al ser esta para siempre es aconsejable una formación continuada” De la misma opinión es María Isabel García Real, profesora de Radiología y Diagnóstico por Imagen del Departamento de Medicina y Cirugía Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. “La formación en la universidad es muy general, básicamente es de principios y de interpretación radiológica. Además, hoy día tenemos que enseñar diversas técnicas de imagen. En el currículo que compartimos, que es cuatrimestral, hay que incluir la ecografía, la tomografía computerizada y la resonancia magnética. Pero además de enseñar como se toma la imagen, enseñamos los elementos de protección. Dentro de esta formación, sí se les inculca a los alumnos que para utilizar rayos X tienen que realizar cursos que les capacite como operadores. Pero es habitual que no todos los veterinarios cuenten con estos cursos. En una clínica convencional lo normal es que una o dos personas los tengan, cuando deberían tenerlos todos los que trabajan en esos centros”. 

Por ello, el Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid, al igual que los de otras c o m u n i d a d e s , ofrece el curso de interpretación radiológica en animales, con objeto de complementar los conocimientos adquiridos durante la formación universitaria y que el veterinario esté preparado para identificar los casos clínicos más complejos mediante el uso de la radiografía, una herramienta fundamental en su día a día. 

La radiografía como técnica de diagnóstico ha sido y seguirá siendo imprescindible en veterinaria ya que permite una aproximación diagnostica de un gran número de pacientes y de enfermedades. El revelado manual se ha practicado en muchas clínicas, pero la evolución de las técnicas, tanto de imagen como de terapias, en los últimos años en veterinaria indica que seguirán las tendencias de la medicina humana, cada vez más complejas y con mayor demanda. A medida que se instalen más equipos avanzados en las clínicas veterinarias, su utilización irá consecuentemente en aumento.  

Generalmente el veterinario tiene que sujetar a los animales, por ello los programas de protección radiológica contienen una cantidad de medidas para su seguridad, desde el administrativo, el diseño de las instalaciones, así como el vestuario recomendado: delantales plomados, guantes, gafas, collares de cuello para el tiroides y aparatos de dosimetría. “Los animales enfermos conllevan un riesgo, están agitados, expuestos a la adrenalina y a la defensa, lo más normal es que no colaboren. Así que se aumenta la dificultad de obtener una buena imagen por el movimiento del animal y se suceden las repeticiones. Por eso es importante mentalizar a los veterinarios de los riesgos a las sucesivas exposiciones”, explica Tormo. 

Pruebas más caras

“El aumento de la concienciación por el bienestar de los animales de compañía ha provocado que los propietarios inviertan más en la salud de sus mascotas e incluso que se decidan a tratar casos complejos como el temido cáncer canino y a pedir pruebas más caras que una radiografía, como son los TAC, a pesar de que los precios oscilan entre 300 y 500 euros la prueba. Los aparatos tampoco son baratos. La mayoría de las clínicas disponen de equipos de rayos X, muchos de ellos con sistemas de digitalización de imagen, cuyos precios oscilan entre los 12.000 y los 40.000 euros los más sofisticados, un material que el profesional debe saber manejar con pericia para ofrecer un buen servicio y aprovechar los recursos”, asegura García Real. 

Ante estos precios es habitual comprar equipos de segunda mano. “Estos aparatos se rigen por la mismas normas que los de primera mano y tienen que registrarse en los departamentos de industria de las comunidades autónomas. Si son radiactivos, además hay que darlos de alta y someterlos al control regulador del CSN. Las exposiciones de los animales a la radiación, no se consideran médicas, así que por ahora en España no se aplican las mismas normas en veterinaria que en medicina, aunque sí se tiene que cumplir con las dosis requeridas por los reglamentos. El uso en humanos está regulado por un Real Decreto específico que determina la justificación y la utilización de las exposiciones médicas. Los animales no se consideran pacientes como tales, sino una propiedad que, a efectos legales, casi es como un mueble. Pero el Código Civil se ha modificado recientemente para considerarlos seres vivos sensibles, así que los juristas tendrán que analizar y actuar teniendo en consecuencia”, aclara Tormo.

El CSN realiza inspecciones para detectar y controlar las posibles desviaciones administrativas y técnicas, para que sean solventadas si es necesario. Estas herramientas no deberían ser un peligro ni para la salud de los animales ni para los humanos. Nadie duda que las nuevas tecnologías facilitan el trabajo. Así, las ecografías, sobre todo de abdomen, tejidos blandos del cuello o la valoración del estado del corazón, son fundamentales y han eliminado muchas radiografías. En los últimos años las clínicas medias y grandes han incorporado además el TAC. 

“Las nuevas tecnologías de imagen y la digitalización repercuten en una mayor calidad, ayudan a reducir las dosis requeridas y facilitan la obtención de buenas imágenes frente a las analógicas, pero a pesar de todo hay que seguir optimizando los usos, hacerlo con la menor dosis posible”, matiza García Real. “Me preocupa que, con la incorporación de las nuevas tecnologías, el veterinario se olvide de la radiografía, que tiene una menor exposición a la radiación, y la sustituya por el TAC sin una formación adecuada. A mis alumnos les digo que un TAC equivale a 500 radiografías y se asustan, pero tienen que comprender que no todo lo que se hace con radiografías se debe hacer con un TAC. Igual que en la humana, siempre hay que optar por la tecnología menos perjudicial para todos y que te permita obtener la información necesaria para el tratamiento”. 

ecesaria para el tratamiento”. El Organismo Internacional de Energía Atómica tiene documentos específicos destinados a los veterinarios, tanto para los que prescriben como los que realizan las pruebas, para que justifiquen las exploraciones en el mismo sentido que se hace con las humanas, resaltando que tienen que aportar más beneficio que daño, que hay que implicar al menor número posible de personas, utilizar las menores dosis posibles sin comprometer la prueba veterinaria y optimizar las dosis para obtener la mejor calidad de la imagen. Pero se trata de recomendaciones, no de normas obligatorias, lo que conlleva muchas veces cuestiones éticas en su uso y a preguntarse cosas como si es necesario utilizar radioterapia en un perro de catorce años de edad. 

Las terapias y exploraciones con radiofármacos en veterinaria también llevan asociadas medidas de protección radiológica, dirigidas a evitar la contaminación radiactiva, no solo de los profesionales implicados, sino también de los propietarios responsables del cuidado de los animales y de los acompañantes. “Cuando se utilizan radioisótopos para diagnosticar una enfermedad (por ejemplo, en un caballo), hay que controlar la orina, que no puede verterse al circuito normal, hay que recogerla, esperar a que decaiga, lo mismo que pasa en medicina humana”, recuerda Tormo.

Nadie es ajeno a los incidentes. Según Tormo, para evitar problemas lo ideal sería la sedación o la inmovilización mediante elementos mecánicos o elementos de sujeción como sacos de tierra, cuerdas o esparadrapos. “La sedación supone un encarecimiento de la operación, pero yo la aconsejo, salvo en aquellos animales con problemas graves como un edema pulmonar. Cuando nosotros hacemos prácticas, en posiciones complejas como la cabeza, la columna y articulaciones las hacemos con los pacientes sedados”, dice García Real.

Fuera de las clínicas

Hay multitud de centros para pequeños animales, incluidos perros, gatos, conejos, hurones, pájaros y otros más exóticos, pero la radiología también se da en explotaciones de bovino, equino, ovino, y caprino. Con grandes animales, si bien existen hospitales, muchas veces el veterinario se tiene que desplazar con sus equipos portátiles a las explotaciones. Además del equipo de radiología digital para visualizarlo en el ordenador también van equipados con el blindaje necesario ya que no existe el estructural, sobre todo las nuevas generaciones, que parece que están más concienciadas con su seguridad. Para Atocha Calvo, especialista en caballos, “la preocupación por la seguridad existe en los jóvenes veterinarios. Tal vez los más mayores le daban menos importancia. Pero yo por ejemplo, voy con todo el equipamiento necesario; además de los equipos portátiles usamos los delantales reglamentarios y no sólo para mí, sino también para las personas que me van a ayudar a inmovilizar al caballo”.  

De la misma opinión es Carlos Rojo del Oceanogràfic de Valencia, “los veterinarios jóvenes se preocupan más por su seguridad y la de los otros implicados. La gente no piensa en peces, delfines o belugas. Generalmente para poder realizarles una radiografía a este tipo de animales los anestesiamos e intentamos cumplir con toda la normativa. Dependiendo de la especie utilizamos elementos portátiles y otras veces usamos un recinto cerrado para realizar un TAC, pero usamos salas con pared y cristal plomado, collarines y guantes. Algunas veces tenemos que pedir ayuda a los cuidadores, así que utilizamos sacos de arena y cuerdas o esparadrapos para sujetarlos. Son muy pocas las veces en las que estamos expuestos. Además, realizamos densimetrías individuales y las menos radiografías posibles”. 

El Oceanogràfic dispone de un mini hospital con máquinas de anestesia, láser quirúrgico, endoscopia rígida y flexible, ecografía, radiología digital, máquina de análisis de sangre, plasma y de hormonas, entre otros equipos. La medicina humana está mucho más avanzada que la veterinaria, y por este motivo tratan de implicar a los médicos para que puedan trabajar con delfines o tortugas. “En medicina humana, si eres radiólogo no eres cardiólogo y si eres cardiólogo no eres anestesista”, apunta. “Nosotros tenemos ese gran abanico donde es diferente trabajar una especialidad de la medicina en una tortuga, en un caballito de mar, en un delfín”. Todos coinciden en que la formación continuada es necesaria para obtener los máximos conocimientos sobre la práctica radiológica generalizada en veterinaria.