CSN “Para el CSIC y para la ciencia española la de 2011 a 2019 ha sido una década perdida” - Alfa 54 Revista Alfa

Saltar al contenido

Su versión de Internet Explorer no es la adecuada para una correcta visualización de esta página web. Debe utilizar Internet Explorer 9 o superior.

Aceptar

Contenido principal

Alfa 54

El uso de las radiaciones para tratar a los enfermos de cáncer ha recorrido una larga trayectoria, uno de los últimos avances es la teragnosis, una terapia personalizada, que prolonga la vida del paciente y reduce los efectos secundarios. Algoritmo es una de las palabras que mayor difusión han tenido en los últimos años, ya que se sabe que está detrás de muchas aplicaciones tecnológicas y cuya utilización suscita temores. 
En la parte más técnica de la revista ofrecemos un artículo dedicado al almacenamiento geológico profundo, considerado por los expertos como la opción más adecuada para la gestión final de los residuos radiactivos. Además analizamos la contaminación radiactiva de las pruebas nucleares atmosféricas realizadas por las grandes potencias, entre 1945 y 1980 y abordamos la guía sobre protección radiológica en el manejo de fallecidos tras un tratamiento con radionucleidos.
La entrevista de este número es para Eloísa del Pino, presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas que muestra la situación actual del mayor organismo español de I+D+i y sus perspectivas de futuro.
Atrás

“Para el CSIC y para la ciencia española la de 2011 a 2019 ha sido una década perdida”

 

Eloísa del Pino Matute (Soria, 1969) ocupa desde junio de 2022 la presidencia del principal organismo de investigación de España, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, una institución que agrupa a 124 centros que cubren todas las disciplinas y donde trabajan más de 14 000 personas. Es la segunda mujer que ocupa el cargo, tras su predecesora, Rosa Menéndez, y procede de un ámbito marginal en el imaginario de la investigación, el de las ciencias sociales. Licenciada y doctorada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, se licenció también en Derecho por la UNED y cursó un máster en Organización en ESIC. Ha compaginado su trayectoria académica e investigadora en el Instituto Ortega y Gasset, las universidades Rey Juan Carlos y Autónoma de Madrid y el Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, donde tiene plaza como científica titular; con cargos públicos como la dirección del Observatorio de Calidad de los Servicios de la Agencia de Evaluación de Políticas y Calidad de los Servicios del Ministerio de Política Territorial (2009- 2011) y la dirección del Gabinete de la ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social (2018-2020). Además, es editora de Agenda Pública y directora de la revista Gestión y Análisis de Políticas Públicas.

Texto: Ignacio Fernández Bayo, periodista de ciencia | Fotos: Julio Fernández González

“Para el CSIC y para la ciencia española la de 2011 a 2019 ha sido una década perdida” 

PREGUNTA: Ya lleva casi un año al frente del CSIC. ¿Tiene ya un diagnóstico de la institución?

RESPUESTA: Desde luego que lo tengo. Hemos estado la primera parte de este año, desde que me incorporé, el 21 de junio del 2022, trabajando no solo en un diagnóstico, sino también en un plan para fortalecer la institución. Y está bastante avanzado y de hecho ya hemos empezado a implementar algunas medidas.

P: Entre ellas, el plan Simplifica, para reducir la burocracia, que según algunos investigadores más bien la está incrementando.

R: Bueno, dentro del plan que hemos hecho, nos hemos dado cuatro objetivos estratégicos fundamentales. Uno de ellos, yo siempre lo explico cuando voy por los 124 institutos del CSIC, diciendo que imaginen una pirámide y en la base de la pirámide uno de los objetivos estratégicos es gestionar mejor la institución. Para conseguir ese objetivo estratégico hemos diseñado seis planes y uno de ellos es efectivamente el plan Simplifica. Se ha formado un equipo de 25 personas que han analizado cinco áreas de la gestión institucional: compras, viajes, contratación, riesgos laborales y gestión de proyectos. Y entonces han hecho un análisis de cada una de esas áreas e identificado qué aspectos se pueden mejorar desde un punto de vista de la simplificación administrativa. Hemos puesto en marcha ya algunas medidas de simplificación en el ámbito de las compras y ahora estamos analizando qué podemos implementar en el ámbito de los viajes. ¿Qué cosas no podemos hacer? No podemos hacer las que no dependen de nosotros sino del Ministerio de Hacienda. Entonces, lo que hacemos es elaborar un informe para entregarles y hacer las sugerencias de qué se puede mejorar.

P: A veces es complicado que las medidas se implanten en la práctica cotidiana.

R: Es verdad que no son fáciles de implementar, porque a veces implican no solo reducir la burocracia, sino también hacer cambios en todos los sistemas de información. Pero fundamentalmente el incremento de la burocracia que se haya podido producir tiene que ver con la nueva normativa de conflictos de interés que viene de la Unión Europea, ni siquiera del Gobierno de España. Y que implica que todos los recursos que gastemos que vengan de los fondos europeos tienen que someterse a un control, a mi juicio demasiado estricto, desde el primer euro que gastemos. Implica un incremento de la presión, fundamentalmente para los gerentes de la organización.

P: España y la Unión Europea tienen fama de tener mucha burocracia, pero en otros países, como Alemania y Francia, los centros de investigación tienen mucha más libertad para contratar, para gastar... Tienen más independencia ¿no?

R: Hay de todo, pero el problema está en la Comisión. El otro día estuve en Baviera reunida con los presidentes del G6 de la ciencia europeas, que está formada por tres instituciones alemanas (Helmholtz, Leibnitz y Max Planck), el CNR italiano, el CNRS francés y el CSIC, y los seis presidentes nos quejamos al representante de la Comisión Europea que estaba allí de la burocracia que implica el acceso a los fondos de recuperación. No solo para las instituciones científicas, para todas las instituciones. Lo que pasa es que las instituciones científicas hemos estado especialmente debilitadas en la etapa anterior. El Gobierno de España, por ejemplo, está canalizando mucho dinero a la ciencia, a proyectos de investigación, pero eso tiene que pasar por una tubería, que es la estructura de las organizaciones científicas, que es muy estrecha, porque a partir de los recortes del 2011, 2012, este es un aspecto que no se ha cuidado. Entonces, ahora tienes muchos recursos para entrar por una tubería muy estrecha.

P: ¿No pueden aprovechar todos los recursos que les ofrecen?

R: El personal de gestión ha disminuido, además de haber envejecido y los sistemas de información se han quedado obsoletos durante estos años. Ahora se gestiona más del doble de lo que se gestionaba en 2012. Los científicos siempre diremos que nunca es suficiente, pero ahora hay mucho más dinero para proyectos científicos, pero tienen que atravesar una tubería que es muy fina y eso es la clave. Yo estoy trabajando mucho con el Ministerio de Ciencia e Innovación para intentar superar esta situación. De hecho, y es la primera vez que lo digo en público, en el Consejo Rector del CSIC hemos aprobado una nueva versión del contrato de gestión que va a ser el primero desde que se convirtió en una agencia, en el año 2008.

P: Durante años el CSIC tenía el sueño de convertirse en agencia para ganar independencia. ¿Se ha conseguido?

R: No se ha ganado porque depende en muy buena medida de aprobar el contrato de gestión, que es el instrumento que nos daría parte de esa independencia y que, como su propio nombre indica, es un contrato por el que el CSIC se compromete a cumplir una serie de objetivos científicos y de otro tipo. A cambio, el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Ministerio de Hacienda se comprometen a darnos una financiación estable y previsible y una oferta de empleo público estable y previsible para los cuatro años que dura el contrato de gestión.

P: ¿Y eso se va a conseguir ahora?

R: Yo he puesto toda el esfuerzo, la carne en el asador. Lo hemos pasado ya por el Consejo Rector de la institución hace un par de semanas, que no solo lo aprobó, sino que nos felicitó, porque hemos hecho un análisis muy profundo. No es mi primer contrato de gestión. Yo ya estuve en otra agencia, AEVAL, y ahí también hicimos un contrato de gestión que se aprobó. El contrato de gestión que ahora hemos presentado recoge todo el análisis y el diagnóstico y yo creo que es inapelable.

P: ¿Cuándo va a estar aprobado?

R: Bueno, eso ya no depende de nosotros, pero me gustaría que llegásemos al verano con el contrato aprobado.

P: El CSIC ha absorbido otros tres organismos públicos de investigación recientemente. ¿Ha digerido bien esa absorción?

R: Yo siempre digo que no absorbimos, que se incorporaron al CSIC, el Oceanográfico (IEO), el INIA, que se dedica a la agricultura fundamentalmente; y el IGME en el ámbito geológico. La integración empezó en marzo de 2021 pero todavía estamos en el proceso. Este 2023 es el primer año que se integran las cuentas de esos tres centros en las del CSIC y ha sido complejo. En general, las infraestructuras, y especialmente los edificios del Oceanográfico, han llegado en una situación muy mala. Vamos a hacer una enorme inversión, ayudados por el Ministerio de Ciencia e Innovación, para destinar muchos recursos a renovar las infraestructuras. Estos centros, como están todos al borde del mar, pues sufren mucho. Vamos ahora a inaugurar un nuevo centro en Málaga y vamos a construir un nuevo centro en Vigo, porque el que tenemos hay que demolerlo. 

P: También supone un aumento de plantilla

R: Se han integrado 1 738 personas. Creo que para el CSIC son un impulso fantástico por distintas cosas. Científicamente, por un lado, nos fortalecen en áreas en las que estábamos bien, pero nos viene bien un fortalecimiento. Por ejemplo, ahora pasamos a tener una de las flotas científicas más importantes del mundo. Y tienen una expertise que el CSIC tenía, pero menos, que es en el asesoramiento científico y la transferencia del conocimiento para la elaboración de las políticas públicas. Tienen un papel muy importante, por ejemplo, en la política pesquera, en la vigilancia sísmica y en el asesoramiento al Ministerio de Agricultura. Es decir, que las sinergias son fantásticas.

P: ¿No se está sobredimensionando así el CSIC?

R: Es que el CSIC es pequeño. Somos 14 000 personas, pero todo depende de con quién se compare. Estando en el G6, somos los más pequeños, junto con el CNR italiano. Por ejemplo, la Helmholtz tiene 44 000 personas, el Leibnitz 23 000, la Max Planck veintitantas mil. Somos los más pequeños y yo diría que es fundamental fortalecernos, porque tenemos muy pocos recursos en comparación con otros.

P: El Consejo ya tenía centros en estas áreas. ¿No se duplican investigaciones?

R: No, yo creo que no. Más bien se complementan, porque son disciplinas enormes y hay mucho que investigar. Queremos provocar un diálogo entre los nuevos centros y los del antiguo CSIC, para que se adapten y vean en qué medida pueden encajar. Y hemos tomado varias iniciativas de política científica para que se integren mejor todas las áreas. Por ejemplo, en el ámbito del Oceanográfico, tenemos un montón de institutos de ciencias del mar y viene el IEO, que es muy potente, pues hemos creado un comité de flota para ver cómo gestionar toda nuestra flota y no solamente desde el punto de vista de la gestión, sino también desde el punto de vista científico. Otro ejemplo, hemos reformulado una iniciativa que puso en marcha el equipo anterior, que son las conexiones científicas, que lo que hacen es reunir a todos los científicos del CSIC que trabajen en un área, estén donde estén. Fue una excelente iniciativa y lo que hemos cambiado es que en lugar de diseñar esas conexiones desde arriba sean los propios investigadores los que las sugieran. Por eso digo que empezó la integración, pero hay que esperar a que transcurra un poco de tiempo.

P: Decía antes que el CSIC es pequeño en comparación con sus colegas europeos. 14 000 personas incluyendo las procedentes de los OPI integrados ahora, pero en el año 2010 creo que había unas 15 000.

R: No recuerdo ahora esa cifra, pero es verdad que hemos perdido. Es que la crisis fue letal. Hemos perdido personal en estos años en todos los colectivos: técnicos, científicos y personal de gestión. Para el CSIC y la ciencia española la de 2011 a 2019 ha sido una década perdida. No se cubrían las jubilaciones y algún año tuvimos cero promociones en personal científico, por ejemplo. Ahora, este es uno de mis empeños, tener una oferta de empleo público que no solamente nos permita mejorar nuestras cifras, sino prepararnos para el enorme problema que se nos viene encima, que son las jubilaciones.

P: Porque la edad media además es elevada, más de 50 años ¿no?

R: La edad de los científicos titulares, que es el escalón más bajo, es 52,7. Y la de los profesores de investigación, creo recordar, 59. Y eso no puede ser. Por eso las cifras incluso van a bajar más. Fíjate, los científicos titulares que entran aquí tienen una edad media de 45 años, lo cual es una barbaridad. Estos últimos años hay ofertas de empleo público muy generosas, y espero que este año también lo sea. Estamos negociando ahora con los ministerios y espero que nos permita un respiro, aunque no es suficiente, porque tenemos una plantilla muy, muy envejecida.

P: Otro problema del sistema español de ciencia es que la carrera profesional del científico es muy complicada.

R: Es muy dura hasta que se consolida y ha habido mucha precariedad. Hasta que tu carrera puedes considerarla estable vas dando tumbos de un sitio a otro. La nueva Ley de la Ciencia acaba en buena medida con la precariedad y nosotros en el CSIC estamos por ello: poco a poco estamos utilizando la contratación indefinida e intentando ver cómo podemos mejorar a nuestros predoc y, sobre todo, a los postdoc. Y también los tecnólogos, que son un elemento clave en el sistema porque hay muchas actividades científicas que sin ellos no se podrían hacer, son otro colectivo que tiene una carrera muy difícil, porque es muy corta y se ha puesto en marcha una nueva escala que les permite alcanzar el nivel administrativo 26, con lo cual han mejorado un poco sus perspectivas, y hay que seguir mejorando en esa dirección. Y también hemos hecho un plan dentro del contrato de gestión para mejorar los niveles administrativos y las retribuciones del personal de gestión, como reconocimiento del enorme esfuerzo que hacen y la responsabilidad que tienen al gestionar mucho dinero.

P: ¿Cuáles son las debilidades y las fortalezas del Consejo?

R: Yo diría que sus fortalezas son también sus debilidades. Somos una organización grande y potente, capaz de abordar muchos problemas, que muchas veces son a la vez científicos y sociales; por ejemplo, la resistencia a antibióticos, los fuegos, las sequías, etcétera y hacerlo desde distintas perspectivas. Esa es una gran fortaleza y al mismo tiempo una debilidad, porque si apuestas solo por una disciplina puedes hacerlo con más intensidad. Además, estamos repartidos por todo el territorio nacional, somos un elemento de cohesión territorial porque ¿qué institución del Estado llega hoy a todo el territorio nacional? Pero eso, a su vez implica problemas comunicativos y una complejidad organizativa.

P: Precisamente cada vez es más frecuente crear equipos multidisciplinares donde quizá deberían estar integradas también las ciencias sociales.

R: Yo misma, dentro del CSIC, antes de ser presidenta, pertenecía a la plataforma Salud Global, donde hay mucha gente de todas las disciplinas vinculadas a la salud desde las ciencias naturales, pero también desde las humanidades éramos unos cuantos. Mi especialidad son políticas sanitarias. Por ejemplo, yo trabajé mucho en el tema del análisis del efecto de la pandemia en las residencias de mayores. Es verdad que si lo miras de cerca las ciencias sociales son casi como un adorno o una guinda en estos equipos y tendrían probablemente que estar más presentes.

P: Usted es la primera persona procedente de las ciencias sociales que preside el CSIC desde Alejandro Nieto, hace 40 años.

R: Bueno, Alejandro Nieto es de derecho, que no es en sí de ciencias sociales. Creo que en 80 años del Consejo la mía es la primera presidencia del ámbito de las ciencias sociales. Las humanidades son un poco más fuertes, pero las ciencias sociales están poco presentes y muchas veces se echan a faltar. Por ejemplo, en políticas de transición energética, sanitaria, de medio ambiente. Hay que apostar un poco más por las ciencias sociales. Y también es uno de mis objetivos.

P: ¿Siente que los otros científicos les miran por encima del hombro?

R: Yo creo que no. Sería una torpeza. Primero, porque los problemas que tienen que resolver las ciencias sociales son extraordinariamente graves, como por qué perviven o mueren las democracias o las cuestiones de igualdad y desigualdad, pobreza. Es decir, son problemas tan importantes como los de ciencias naturales. Es verdad que las prácticas son muy diferentes. Tenemos muchas cosas en común, todos aplicamos el método científico, pero nuestro cerebro está amueblado ligeramente diferente. La forma de publicar, el sistema de citación, el trabajo individual o de equipo don distintos; ni mejor ni peor.

P: ¿Cómo se consigue el equilibrio entre el centralismo que supone que un solo organismo acumule tantos centros y el grado de autonomía que tenga cada instituto? 

R: Pues justamente es uno de nuestros propósitos. Estoy convencida de que hay que dar un poco más de autonomía a los institutos, porque ellos saben lo que necesitan. Y estamos haciendo dos cosas. Primero, si aprobamos el contrato de gestión, tendremos más recursos, porque yo podría hablar de que les voy a dar más autonomía, pero sin recursos eso no es posible. No nos engañemos. Si quieres ser autónomo debes tener capacidad.

P: Quien manda en este país es Hacienda.

R: Exactamente. Y tienes que tener capacidad de gasto y decidir qué recursos vas a destinar a esto o a lo otro. Mi idea es, si nos da tiempo y conseguimos el contrato de gestión, que los institutos tengan cierta autonomía. Y en segundo lugar estamos en pleno diseño de un programa que se llama MaX CSIC, marco de autoevaluación de excelencia. La idea es que los institutos se autoevalúen y vean qué es lo que les separa de ser excelentes, definido objetivamente por los programas Severo Ochoa y María de Maeztu. El 17 por ciento de nuestros centros ya lo son y hay muchos más que podrían serlo con un pequeño empujón. Si saben lo que les hace falta, la institución central les va a ayudar en términos financieros, de apoyo o lo que sea para lograr la excelencia.

P: El suyo es un puesto privilegiado para observar la ciencia española, ¿cómo la ve?

R: Hombre, yo creo que en los últimos años hemos pegado un buen salto. Los fondos europeos son fundamentales y que el Gobierno los haya canalizado hacia estos temas muestra su grado de compromiso, aunque también porque está en la Ley de la Ciencia. Pero hay aún muchísimas cosas por hacer, sin duda. Y está el problema de la inversión privada en ciencia, tecnología y en innovación, que es pequeñísima en comparación con los países de nuestro entorno. El dinero público que se destina a ciencia ha crecido, pero tiene que hacerlo mucho más en los próximos años. El otro día en el G6, los alemanes hablaban ya de llegar al 3,5 del PIB.

P: Y nosotros estamos en poco más del 1,40.

R: Claro, pero ellos hablaban de fondos públicos y privados. Nosotros de privada nada. Hemos creado una cuarta vicepresidencia, dedicada a Innovación y Transferencia. Hemos doblado el presupuesto en este tema y hemos alineado todos nuestros objetivos con el plan fantástico de colaboración y transferencia que ha hecho el Ministerio de Ciencia e Innovación, que yo creo que está muy bien, y en el CSIC vamos a hacer muchas cosas concretas, como un hub de innovación. La semana pasada tuvimos, por ejemplo, un evento en el que un montón de investigadores nuestros nos contaron sus propuestas de crear spin off y 20 de ellos van a recibir respaldo, porque vimos que eran propuestas interesantes. Vamos a acelerar mucho la creación de spin off en el CSIC, cambiando la normativa interna y desburocratizando. Hay un montón de iniciativas dentro de un plan que se llama Converge. Una filosofía que yo claramente tengo es que el CSIC tiene que mirar hacia afuera.

P: Crear una spin off nunca fue fácil en España.

R: No, pero ahora va a ser más fácil, porque es muy importante. Además de publicar de forma excelente, a nuestros científicos les pedimos captar fondos y financiación, porque vivimos de eso. Una parte muy importante de nuestra financiación, el 40 por ciento, viene de lo que captan los investigadores en contratos, patentes, proyectos y con el sector público y privado. Tenemos spin off que nos están dando dinero y también prestamos servicios científicos y técnicos a las empresas. Eso es muy poco conocido. Para ayudar a crear más spin off hemos creado un comité donde hay mucha gente del sector privado y también de las Administraciones Públicas.

P: El discurso de implicar al sector privado se ha oído muchas veces. Hace 30 años se crearon las OTRIS, que se suponía que eran para lo mismo. ¿No han funcionado como deberían?

R: Bueno, yo creo que también uno es deudor de su tiempo, en el sentido de que era otro país, que nada tiene que ver con este. Y por lo tanto, yo creo que hemos ido aprendiendo, pero antes eran muy voluntariosas, no había personal especializado y ahora tenemos un personal espectacular, que se lo sabe todo y creo que ahora es el momento de hacerlo.

P: ¿Cómo le gustaría ser recordada por tu paso en el Consejo, lo que le gustaría dejar de legado?

R: Pues hombre, me gustaría mejorar la gestión de la institución. Rosa Menéndez decía “Me gustaría que en mi etapa hubiera un premio Nobel español”. Yo ni siquiera. Me gustaría poner las bases para que la ciencia española pudiera tener en el futuro un premio Nobel, pero sobre todo que la ciencia española sea apreciada por la sociedad, que el CSIC sea apreciado por la sociedad española como un lugar donde atendemos los problemas científicos y sociales más importantes.