CSN Nubarrones sobre la Antártida - Alfa 57 Revista Alfa

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Alfa 57

La nanotecnología es la máxima expresión de la tendencia a la miniaturización que ha caracterizado a la electrónica durante las últimas décadas. Un nanómetro es una milmillonésima de metro, apenas un poco por encima del tamaño de los átomos. Este número también aborda el funcionamiento de la Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP), una institución científica independiente, reconocida internacionalmente como la fuente más fiable de información y opinión en el ámbito de la protección radiológica. Presentamos igualmente las actividades que el CSN realiza en investigación y desarrollo dentro de su ámbito de actuación, a través de su Plan de I+D+i y de su participación en proyectos nacionales e internacionales. 

En los apartados técnicos, un artículo está dedicado al proceso de migración de las Especificaciones Técnicas de Funcionamiento Mejoradas (ETFM) en las centrales nucleares españolas, que culmina en junio de este año. El segundo se centra en las lecciones aprendidas por parte del Consejo durante el desarrollo del Plan de Inversión en Equipos de Alta Tecnología Sanitaria (INVEAT).

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Nubarrones sobre la Antártida

El continente helado, el más remoto y el de condiciones más extremas, fue declarado Reserva Natural para la Paz y la Ciencia en la Declaración de Madrid de 1991, para preservar su equilibrio natural al ser el territorio más virgen del planeta. Pero es también de una gran fragilidad y se ve ahora amenazado por factores exógenos. Si antaño fue el agujero de ozono la primera llamada de atención ahora está afectada por la contaminación, el turismo y el cambio climático. Si se altera el clima antártico más allá de cierto límite sus efectos repercutirán, como un búmeran, contra el resto del planeta, por su crucial papel en el clima global. 

Texto: Ignacio Fernández Bayo | periodista de ciencia

L a Antártida es un desconcierto. Un territorio mayor que todo el continente europeo, que se encuentra tan alejado y aislado del resto del mundo que hasta el siglo XIX permaneció ajeno a la huella humana. Un continente donde las condiciones climáticas son extremas: es el más frío, el más ventoso y el más seco del planeta. El único que no tiene un solo árbol; que, salvo minúsculas parcelas costeras de sus zonas más septentrionales, es pura nieve helada, acumulada hasta formar una capa de 2,5 kilómetros de espesor medio, que en algunas zonas llega casi al doble. Tanto hielo que supone más del 80 % del agua dulce de la Tierra. Un espacio sin dueños, gobernado por el Tratado Antártico y el Protocolo de Madrid, frutos de un gran consenso internacional.  

Cada año, sus 13,5 millones de kilómetros cuadrados se duplican sobradamente cuando el mar se hiela. Es lo que se denomina banquisa, y su grosor varía entre unas zonas y otras, pero en su mayor parte resulta impenetrable para los barcos rompehielos durante su momento de mayor intensidad. Cada primavera antártica empieza a deshelarse y cada otoño reinicia su expansión, alcanzando su máximo a finales del invierno. Durante años la banquisa parecía no estar especialmente afectada por el cambio climático, pero ahora su extensión está disminuyendo. En 2023, según el National Snow and Ice Data Center estadounidense, la banquisa antártica alcanzó la menor extensión jamás registrada, 16,96 millones de km2 , más de un millón menos que el anterior récord desde que se realizan estas mediciones, iniciadas en 1979. Y en febrero de ese mismo año, durante el verano austral, también batió la otra marca contraria, la de menor extensión, con 4,23 millones de km2.

“Es cierto que el deshielo está ocurriendo, de una forma más o menos acelerada, pero estos datos hay que mirarlos con cierta perspectiva. Hay que tener series largas para asegurarse de que lo que decimos es correcto. Además, esas cifras son un promedio, porque en unas zonas ha disminuido, pero en otras ha aumentado”, dice Antonio Quesada, catedrático de fisiología vegetal de la Universidad Autónoma de Madrid y secretario general del Comité Polar Español. 

La reducción de la banquisa es un síntoma fácil de detectar, gracias a la vigilancia de los satélites, pero hay otros problemas de deshielo que pueden ser mucho más graves y no son tan evidentes, como la lubricación de la base del hielo que se encuentra sobre el continente, especialmente en zonas costeras, por el aumento de las temperaturas y por infiltración de agua marina más cálida. Eso provoca que las lenguas glaciares se desplacen más rápidamente y se formen más icebergs. “Este fenómenos hace que se pierda mucho más hielo y al ser terrestre, no marino, puede provocar la subida del nivel del mar. Es un problema descubierto hace poco en el que se está trabajando mucho”, añade Quesada.

Según Jerónimo López, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador antártico de larga trayectoria, es importante conseguir que el límite de subida de temperaturas en el planeta de 1,5 grados, aprobado en la COP de París, se mantenga. “Si se superan los dos grados, aunque parece muy poca diferencia, el comportamiento de los glaciares antárticos será problemático. Algunos modelos que llegan a los próximos dos o tres siglos indican que, si no se hace nada, el deshielo antártico podría hacer subir el nivel medio del mar unos 12 metros respecto a los valores del siglo XIX”.

Además, con el calentamiento aumenta también la acidez marina. “El océano es el gran sumidero de CO2 y su acumulación aumenta el pH y eso se está detectando también en las aguas antárticas, donde hay organismos con caparazones calcáreos a los que está afectando”, dice López, que este año está estudiando en las islas Shetland del Sur (donde se ubican las dos bases españolas) los sedimentos que decantan en zonas lacustres para conocer los cambios ambientales en ese entorno. 

La contaminación Comparado con lo que ocurre en los restantes continentes, la contaminación en la Antártida podría parecer un problema insignificante. La preocupación viene del hecho de que las cifras, aunque pequeñas, se incrementan año tras año y que aparecen regularmente nuevas sustancias. Continuamente se informa de la detección de microplásticos, compuestos orgánicos persistentes, metales pesados y otros productos; incluso de isótopos radiactivos, como el cloro-36, procedentes de las pruebas nucleares atmosféricas que las grandes potencias realizaron hasta finales del siglo XX. 

En 2023, un grupo de investigación español encontró nicotina, antidepresivos, analgésicos y otros fármacos en muestras de agua dulce y marina, tanto en el entorno de bases antárticas como en zonas alejadas. Según Jerónimo López, que es uno de los coautores del estudio, “por su naturaleza, su persistencia y su capacidad de dispersión, estos contaminantes suponen una amenaza potencial para el medio ambiente antártico, especialmente en las áreas libres de hielo, de donde proceden la mayoría de las muestras estudiadas, por tratarse de ecosistemas frágiles y que contienen gran riqueza y diversidad biológica”. 

La presencia creciente de estos y otros contaminantes tiene orígenes diversos. En parte proceden por deposición, procedentes de otras partes del mundo y transportados por la dinámica atmosférica. Otros proceden de las actividades humanas in situ, tanto de las bases como de los turistas, a pesar de las precauciones que se toman para un correcto tratamiento de los residuos, tanto sólidos como líquidos. “El problema es que en las zonas polares se produce la llamada amplifica ción polar, porque se van acumulando los contaminantes y cuando llega el deshielo emergen en grandes cantidades. Hace un par de años se detectó que algunos animales antárticos tenían mayor concentración de mercurio que los de otras latitudes”, dice Antonio Quesada. 

La contaminación también permite entender la dinámica atmosférica terrestre. Según Quesada, “hasta los años 80, con el problema del agujero, no se pensaba en la Tierra como un todo interconectado. Los CFC, que producían el agujero, procedían sobre todo del hemisferio norte. Con la contaminación ocurre lo mismo, y recientemente hemos encontrado en huevos de pingüino contaminantes orgánicos que no existen en el hemisferio sur”.

Precisamente, el problema del ozono está en vías de solución. La rápida adopción del Protocolo de Montreal, que prohibió el uso del los CFC en todo el mundo, ha permitido que se recupere al ritmo predicho por los modelos, que calculan que para 2050 se haya normalizado plenamente la capa de la estratosfera que nos protege de la radiación ultravioleta del sol.  

150 000 visitantes

La presencia humana, por mínima que pueda parecer, está en el origen de muchas de las amenazas. Y mientras que la de los científicos y personal de las bases permanece más o menos estable, crece enormemente la de los turistas. Si a mediados de los años 90 apenas llegaban unos 5 000 visitantes cada año, ahora las cifras superan los 100 000 y podría llegar pronto a los 150 000. Cifras muy alejadas de las que alcanza nuestro país, pero que se concentran en zonas muy concretas, las islas Shetland del Sur y la península antártica, y producen un impacto ambiental notable en unos ecosistemas frágiles y vírgenes hasta hace pocas décadas. 

“Llevo 13 años asistiendo a las reuniones consultivas del Tratado Antártico y el turismo es siempre un punto importante de la agenda. En la reunión de 2023 se decidió crear un grupo de trabajo que tratar exclusivamente de buscar un marco normativo que regule el turismo mediante un sistema de gestión responsable y sostenible”, dice Sonia Ramos, coordinadora del Comité Polar español. “No es solo que las cifras se incrementen sino también la diversificación de las actividades. Los operadores ofrecen cada vez más: más riesgo, más lejos, más flujo. Y antes eran grandes cruceros, con cientos o miles de turistas, que es más sencillo de gestionar, pero ahora lo que crece es el número de veleros y yates, con pequeños grupos y que no se ajustan a las indicaciones de la IAATO”, añade. 

La IAATO (International Association of Antartic Tour Operators) es una organización privada internacional, a la que pertenecen más de cien compañías y operadores turísticos antárticos y que promueve unas prácticas seguras y ambientalmente sostenibles por parte del sector. Sus representantes acuden como oyentes a las reuniones consultivas del Tratado y procuran atenerse a las decisiones que allí se toman. La adhesión a la organización es voluntaria, aunque, según Sonia Ramos, acoge en torno al 90 % de los operadores. 

Adoptar un acuerdo de regulación del turismo será, en cualquier caso, un tarea complicada. “Para empezar, se habla siempre de regulación, no de limitación, que es un término que no aceptan algunos países, como Estados Unidos”, explica Ramos. La reunión consultiva de este 2024 se celebrará en mayo en la India y tendrá una sesión especial de dos días de duración dedicada a analizar y debatir las conclusiones que presente el grupo de trabajo. “Se trata de adoptar alguna medida. Y digo medida porque el Tratado tiene tres instrumentos de gestión: medidas, resoluciones y decisiones, y las medidas son jurídicamente vinculantes, mientras que las resoluciones son recomendaciones y las decisiones son de aplicación interna del Tratado”

Especies amenazadas Turistas, personal de las bases y alteraciones ambientales también están afectando a las especies antárticas. Algunas de ellas se ven amenazadas, aunque el riesgo de extinción es todavía reducido. “La reducción del mar helado y la presión humana están afectando a algunas poblaciones de pingüinos y también hay un problema de introducción de especies foráneas, especialmente a través de los buques, de procedencias variadas, Sudamérica, Suráfrica, Australia, Nueva Zelanda. Se trata sobre todo de microorganismos, que encuentran un hábitat con pocos competidores y de condiciones menos extremas que antes por el calentamiento”, dice Jerónimo López. 

Tradicionalmente, la presencia de patógenos en el continente era muy reducida, tanto por las temperaturas como por la falta de luz que se produce en latitudes altas durante meses, y también por el aislamiento. Pero el calentamiento terrestre y la presencia humana en las bases y, especialmente, el turismo, permite que poco a poco vayan introduciéndose. Uno de los casos más recientes y alarmantes ha sido la detección de variantes altamente patogénicas del virus de la gripe aviar en dos ejemplares muertos de skúa, una especie de págalo adaptado al ambiente antártico, en las proximidades de la base argentina Primavera. Y se sospecha que puedan haberse infectado también algunos mamíferos marinos. 

Dentro de los pingüinos, Antonio Quesada destaca la situación del mayor y más emblemático, el emperador: “tiene un ciclo de vida muy complejo y el año pasado una colonia sufrió una gran mortandad, del orden del 40 %, porque una de las placas de hielo donde habitan y que es su zona de anidamiento, desapareció. Se ha propuesto declararlo especie protegida pero no ha habido consenso”. Aunque toda la Antártida y sus habitantes está protegida, se trata de incluir los más vulnerables entre las listas de especies amenazadas, donde según Quesada, solo se encuentra la foca de Ross. 

En las aguas antárticas también está ejerciendo una gran presión la pesca, una actividad creciente que supone ya un grave riesgo. Barcos de todo el mundo, con predominancia de los procedentes de China, realizan actividades extractivas que amenazan a numerosas especies. El caso más grave es el del krill, una especie de gamba que es la base de la cadena trófica general del continente por ser el alimento principal de ballenas y pingüinos, que está sufriendo los efectos de la sobrepesca, según han denunciado en febrero de este año diferentes ONG ambientales. Su presencia menguante puede provocar una reacción en cadena al privar de alimento a numerosas especies.

Los peligros que se ciernen sobre el territorio mejor conservado del planeta son muchas y aún no somos capaces de saber con certeza las consecuencias de su deterioro. Y es que, como dice Antonio Quesada, “la principal amenaza que hay sobre la Antártida es el desconocimiento. Lo que necesitamos es más ciencia, y cuanto más sepamos mayor capacidad de reacción y de gestión del continente tendremos”.