CSN Lise Meitner y la fisión nuclear - Alfa 59 Revista Alfa

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Alfa 59

El número de otoño de Alfa, el 59, continúa indagando en uno de los temas del momento, la aplicación de la inteligencia artificial en el sector nuclear. Su uso en el sector contempla las ventajas que puede aportar esta tecnología, pero también los expertos consultados advierten de los riesgos que conllevaría un uso inadecuado.
Otro de los temas tecnológicos que pueden tener desarrollo en el ámbito del CSN es la computación cuántica, un nicho en el que el provocativo uso de la expresión «supremacía cuántica» ha abierto una carrera entre los dos paradigmas de computación, pero los métodos clásicos han mejorado tanto que los caminos se estrechan cada día más.
La parte más técnica de Alfa nos acerca la evaluación de los riesgos asociados a fenómenos naturales extremos en centrales nucleares. Desde el diseño inicial de las centrales hasta la etapa más reciente de los estudios en esta materia, abordada entre 2015-2022, y denominada genéricamente como ITC-Sísmica.Además, presentamos el nuevo Carné Radiológico Digital, un instrumento que redunda en el plan de actuación en tecnologías de información y comunicación del CSN y contribuye a mejorar la seguridad nuclear y la protección radiológica.
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Lise Meitner y la fisión nuclear

Considerada por Einstein como la «Curie alemana», Lise Meitner fue la primera persona en describir el proceso de fisión nuclear y una de las pioneras en el estudio de la radiactividad. 

Texto: Isabel Alonso

Lise Meitner nació en 1878 en una familia judía de clase media. Su padre, un abogado más interesado por la política y el progreso que por la religión, convirtió su casa en un lugar de reunión para juristas, legisladores y escritores, lo que permitió que sus hijos crecieran en el ambiente intelectual de la Viena de finales del siglo XIX, uno de los centros culturales y científicos más importantes de Europa.
Cuatro años después de que Austria permitiera a las mujeres entrar a la universidad, Meitner aprobó el examen de ingreso y, en 1905, gracias a una disertación sobre la conducción de calor en materiales heterogéneos, obtuvo su doctorado en Física. Fue la segunda mujer en Viena que lo logró.

Sus años en Berlín

En 1907 se mudó a Berlín y conoció al químico Otto Hahn, con quien estableció una amistad y una colaboración que duró varias décadas. Juntos realizaron mediciones de la radiación de diferentes elementos en una antigua carpintería que habían acondicionado como laboratorio. En 1912, cuando se permitió a las mujeres acceder a las instituciones educativas, Meitner continuó su trabajo con Hahn como invitada en el Kaiser-Wilhelm Institut für Chemie, donde permanecería veinticinco años.

Al estallar la Primera Guerra Mundial, Hahn puso sus conocimientos en química al servicio del ejército alemán y Meitner se presentó como enfermera voluntaria en el departamento de radiología de un hospital austriaco. Sin embargo, ambos intentaban coordinar sus permisos para coincidir en Berlín y continuar con su trabajo, que les permitió descubrir el protactinio y darlo a conocer una vez acabada la guerra.

En 1918, Meitner ya era jefa del departamento de física del instituto y, en 1922, obtuvo la habilitación para impartir clases en la Universidad de Berlín, donde dio coloquios y supervisó las investigaciones que llevaban a cabo los estudiantes de su área hasta 1933.

La situación del país se fue deteriorando con las políticas del partido nazi, que ocupaba el Gobierno. Cuando en 1938 Alemania invadió Austria, Meitner, que no negaba su ascendencia judía, dejó de estar protegida por su nacionalidad y su pasaporte perdió validez. Una orden de Himmler prohibía a los profesores universitarios, fueran o no judíos, abandonar Alemania, por lo que Meitner no obtuvo permiso para salir del país ni con la intercesión de amigos tan influyentes como Carl Bosch ante el ministro del Interior.

Sin embargo, Dirk Coster, un profesor de la Universidad de Groninga –Países Bajos– al que habían avisado amigos en común, accedió a ayudarla. Tras obtener permiso de las autoridades holandesas, viajó a Berlín y se reunió en secreto con Meitner y Hahn para preparar su huida. Al día siguiente, Meitner acudió a trabajar como era habitual y permaneció hasta tarde corrigiendo trabajos de sus alumnos. Después, en apenas hora y media, Hahn ayudó a Meitner a preparar dos pequeñas maletas y la llevó a su casa, donde pasó la noche. Al amanecer, sin saber que uno de sus vecinos había informado a la policía de su huida, se reunió con Coster, que la estaba esperando en uno de los trenes que cruzaban la frontera por una línea no demasiado concurrida. Los oficiales de aduanas, con los que Coster ya había hablado durante su viaje de ida, los dejaron pasar. Con casi sesenta años y diez marcos en la cartera, Meitner logró abandonar Alemania.

Una nueva vida en Suecia

Tras una breve estancia en Groninga, las autoridades suecas le permitieron la entrada en el país a pesar de que solo contaba con su –inválido– pasaporte austriaco. Fue allí donde hizo la primera interpretación teórica del proceso de fisión nuclear. Después, comenzó a trabajar en el Nobel Institute for Physics, en Estocolmo, con medios muy limitados y un salario mínimo. El mundo estaba en guerra y el presupuesto para la ciencia era exiguo. Permaneció veintidós años en Suecia. En 1946 se reconocieron sus aportaciones para entender la fisión nuclear y pasó seis meses en Estados Unidos dando conferencias como profesora visitante de la Catholic University de Washington. En 1947 se trasladó al laboratorio de la Royal Swedish Academy of Engineering Sciences, donde se estaba construyendo un reactor nuclear experimental. En 1960 se retiró y se estableció en Cambridge para estar más cerca de su familia, en especial de su sobrino, el también físico Otto Robert Frisch.

Distinguida con numerosos reconocimientos y nominada varias veces al premio Nobel tanto de física como de química –que Hahn recibió en solitario por el descubrimiento de la fisión nuclear–, la importancia de su trabajo fue minimizada e invisibilizada por su condición de mujer con ascendencia judía, hasta tal punto que, durante treinta y cinco años, el Deutsches Museum de Munich expuso los instrumentos de su trabajo en Berlín como si fueran los de Hahn. Lise Meitner murió en 1968 en Cambridge tras haber dedicado su vida a la ciencia, pero sin obtener el reconocimiento que merecía el trabajo que llevó a cabo, incluso en las condiciones más adversas. En 1997, el elemento 109 de la tabla periódica fue nombrado meitnerio en su honor.