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Alfa 50
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Un puente de papel con la sociedad
El principal cometido del Consejo de Seguridad Nuclear es regular, vigilar y garantizar la seguridad de las actividades derivadas del uso de la energía nuclear y de las radiaciones ionizantes para las personas y para el medio ambiente. Pero no basta con realizar este trabajo de forma impecable; es también su obligación mantener debidamente informada a la sociedad de su actividad y contribuir a mejorar el conocimiento en los ámbitos en los que se desenvuelve: la energía, la ciencia, la tecnología, el medio ambiente y la salud, entre otros. Como parte de esa tarea de transparencia y comunicación, el Consejo edita Alfa, revista de seguridad nuclear y protección radiológica, un instrumento de divulgación general de esos ámbitos, con especial atención al uso de las radiaciones. Este instrumento, que pretende servir de puente entre el CSN y la sociedad, alcanza con este ejemplar su número 50, catorce años después de su aparición.
La actividad del Consejo tiene una amplia proyección en ámbitos a veces insospechados. La actividad más conocida es el control de la seguridad de las centrales nucleares y de las instalaciones que cubren todo el ciclo relacionado con ellas, desde la minería de uranio y la producción de combustible nuclear hasta la gestión de los residuos radiactivos y la clausura y desmantelamiento de instalaciones. También es conocido el uso de radiaciones ionizantes en medicina, tanto en diagnóstico -desde los tradicionales rayos X a técnicas avanzadas, como los aparatos de tomografía por emisión de positrones (PET) y de tomografía axial computerizada (TAC)-, como en tratamiento, mediante radioterapia. Otras son menos obvias. Las radiaciones ionizantes están presentes en multitud de actividades, como el control de llenado de las latas de refresco, la medida de densidad del suelo donde se instala una carretera, la detección de grietas en materiales estructurales, la desinfección de sangre en laboratorios, el control de equipajes en aeropuertos, la lucha contra las plagas, etcétera. En estos y otros muchos casos, el Consejo de Seguridad Nuclear tiene asignada la misión de controlar que el uso de materiales nucleares y radiactivos no afecte a la salud de las personas ni al medio ambiente.
Para dar a conocer a la sociedad el papel que juega en áreas tan diversas, el CSN mantiene una política activa de comunicación, divulgación y transparencia. En esa línea, cuenta con un Centro de información donde se explican, a la manera de los museos interactivos de ciencia, las características y aplicaciones de los materiales nucleares y radiactivos, sus aplicaciones y la actividad que el CSN realiza para controlar la seguridad de su utilización. Su web tiene contenidos de divulgación y las notas informativas sobre la actividad cotidiana del organismo, además de ofrecer información sobre aspectos técnicos (inspecciones, actas, informes…), para cumplir con los requisitos de transparencia. Notas de prensa, publicaciones técnicas y divulgativas, presencia regular en las redes sociales, contacto habitual con los medios de comunicación y participación en los comités de información que se celebran en las localidades con instalaciones nucleares completan dicha política. Y también, claro está, la revista Alfa.
“La revista es un instrumento más de la política de comunicación del Consejo. No es el canal principal, pero complementa adecuadamente otras actividades. Y nos permite llegar a públicos que habitualmente son ajenos a la actividad del organismo, como periodistas, miembros de corporaciones locales, asociaciones, universitarios y otros colectivos”, dice Ignacio Martín Granados, director del Gabinete de Presidencia del CSN.
La necesidad de disponer de un medio escrito periódico se puso pronto de manifiesto, aunque tardó en hacerse realidad. Bajo la presidencia de Juan Manuel Kindelán, en 1996 se lanzó Seguridad Nuclear, una revista trimestral de contenidos eminentemente técnicos, dirigida sobre todo a especialistas y personas interesadas, lo que en argot algunos denominan stakeholders. Buena parte de sus páginas recogía minuciosa información fija sobre la situación de las instalaciones nucleares, centrales e infraestructuras del ciclo, instalaciones radiactivas, estadísticas de todo tipo, incidentes y noticias relevantes y actuaciones de los diferentes departamentos del CSN. Eran tiempos en los que internet apenas empezaba a asomar en las actividades profesionales. Hoy, toda esa información de monitorización y control, y mucha más de carácter técnico, está disponible en la web del Consejo (www.csn.es).
Espejos por ventanas
Con la idea de convertir la revista en un instrumento de acercamiento a la sociedad, en 2007 se puso en marcha su re[1]forma, pensando en dar cabida a aspectos menos técnicos de la actividad del Consejo. Y para consagrar ese acercamiento, se decidió incluir reportajes, además de artículos, que fueran escritos preferentemente por periodistas especializados en ciencia y medio ambiente. Se decidió hacer un diseño más limpio y adecuado al nuevo propósito, una portada más dinámica e incluso se decidió cambiar su nombre. El número 1 de Alfa, revista de seguridad nuclear y protección radiológica, apareció en 2008. Según Carmen Martínez Ten, entonces presidenta, que fue quien impulsó este cambio, “Seguridad Nuclear era como un espejo en el que todo el sector se miraba y la idea era cambiar espejos por ventanas; que lo que el Consejo hace saliera del círculo de los expertos e intentara acercase al exterior y también que las cosas que interesaban a la sociedad entrasen en el Consejo”.
Los primeros pasos en esta dirección fueron moderados y siguió prevaleciendo el contenido técnico, pero se sintió también que buena parte de los temas técnicos ya habían sido objeto de atención, tanto en Seguridad Nuclear como en Alfa. Ello fue abriendo paso a otros temas cercanos a la actividad del Consejo, pero con una proyección más amplia. A partir del número 17 se incrementó el número de reportajes con esta orientación. Por ejemplo, en ese mismo número se hablaba del radón, desde un punto de vista más social que técnico; de la neurociencia, destacando el papel de las técnicas de imagen que utilizan radiaciones para estudiar el funcionamiento del cerebro; la restauración de obras de arte, igualmente explicando el uso de rayos X para poder ver más allá de la superficie del cuadro; y la gestión de crisis, especialmente en el mundo de los reguladores.
Durante su trayectoria, se han tratado numerosos temas que aparentemente no guardan relación con la actividad del Consejo, pero ofreciendo siempre un punto de conexión con ese ámbito; muchas veces en forma de lo que en el argot periodístico se conoce como “apoyos”, es decir, texto separados, destacados gráficamente, con su propio titular, marcando esa relación. Porque el uso de la radiaciones ionizantes es casi universal. Lo hicimos hablando de arqueología subacuática, de inteligencia artificial, de terremotos, de balnearios, de la impresión 3D, de la robótica o de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, por poner solo unos ejemplos. En este mismo número se hace en los reportajes sobre las superbacterias, la esterilización de insectos, la biofísica e incluso en la entrevista a la paleoantropóloga de Atapuerca, María Martinón.
Con todo, los contenidos de la revista han sido objeto de polémica en diferentes ocasiones, entre la perspectiva de quienes querrían un contenido más técnico y quienes consideran que es preferible ese acercamiento a la sociedad. “La revista no deja de ser el producto de quienes forman el comité editorial en cada momento y según van cambiando los miembros del Pleno la van modulando a su imagen y semejanza y proponiendo diferentes temas. Yo creo que el debate le confiere dinamismo y es algo positivo”, sostiene Martín Granados.
Con el número 22 se produjo un cambio de diseño y una ampliación de los campos sobre los que versan los contenidos, que se han mantenido más o menos vigentes hasta ahora. Se han delimitado parcelas teniendo en cuenta la actividad del Consejo y por eso se suelen proponer un reportaje del mundo de la energía, dando cabida a las diferentes fuentes actuales o futuras; de física, especialmente la de partículas y altas energías; de medio ambiente, entendido en un sentido amplio; de tecnología; y de biomedicina. “Entendemos que los temas científicos que consideramos que son de nuestro interés pueden ser también interesantes para nuestros lectores. Es un complemento fantástico para seguir divulgando la labor del CSN”, dice Pedro Marfil Medina, actual responsable del Área de Comunicación del CSN.
Los ámbitos nuclear y radiológico
Por supuesto, la revista ofrece también espacio a los contenidos técnicos tratados con mayor profundidad. Actualmente, cada número incluye los denominados Artículos técnicos: un artículo propuesto y escrito por la Dirección Técnica de Seguridad Nuclear, y otro proveniente de la Dirección Técnica de Protección Radiológica. Así como los de la sección Radiografía, que explica de forma fundamentalmente gráfica alguna tecnología nuclear o radiológica o alguna actividad del CSN; la sección Panorama, con las noticias del Consejo más destacadas del trimestre anterior; la de Acuerdos de Pleno y la de Publicaciones.
Además, entre los propios reportajes con frecuencia se incluyen temas más directamente ligados al ámbito nuclear y radiológico: comités de información, radiación natural, fusión nuclear, protonterapia, minería de uranio, organismos internacionales de los que forma parte el CSN, IRRS, protocolo español de chatarras, protección radiológica en la enseñanza primaria y secundaria, mamo[1]grafías, reactores de cuarta generación, centrales nucleares flotantes, el Cabril, convenciones internacionales, acuerdos de encomienda, cátedras del CSN y un larguísimo etcétera. Por otro lado, durante once números se pasó revista a las empresas o instituciones españolas más destacadas en innovación tecnológica nuclear, bajo el epígrafe común de Tecnología nuclear española. También se publicó durante 19 números (del 23 al 41) otra sección fija, denominada El CSN por dentro, donde se contaba la labor que realiza cada área del organismo. Además, se incluye en cada número una sección más con etiqueta: Ciencia con nombre propio, donde se incluyen las biografías de científicos y científicas relevantes, especialmente quienes han destacado en la historia del descubrimiento de la radiactividad, las radiaciones ionizantes y de sus aplicaciones.
Especial relevancia se concede en cada número a la entrevista, entre las que predominan las realizadas a personalidades del mundo nuclear y radiológico, para empezar por los presidentes y consejeros del CSN, los tres directores generales del Organismo Internacional de Energía Atómica habidos en este tiempo, directores generales del Ciemat, del Instituto de Fusión Nuclear, de la ASN francesa, de la comisión de investigación de Fukushima, de la Comisión Nacional de la Energía, de Red Eléctrica, de la UME, de la Sociedad Nuclear Española, de Protección Civil e incluso de un ministro de Industria. Junto a ellos también han aparecido destacados científicos españoles, como Francisco Mojica, María Blasco, Joan Fuster, Mariano Barbacid, María José Blanco, José Manuel Sánchez Ron o María Martinón.
Más allá del debate sobre contenidos, la propia existencia de la revista ha sido a veces cuestionada. María Jesús González, miembro del Comité Asesor para la Información y Participación Pública del CSN, se pregunta si es un medio adecuado hoy día para la comunicación y si su contenido debería estar más centrado en la actividad del Consejo. Para Pedro Marfil, “la revista es otro canal de comunicación más que nos permite llegar a mucha gente alejada de nuestro entorno. No es un elemento esencial sino uno más, pero no detrae ni mucho tiempo ni fondos importantes del resto de actividades de comunicación y, por tanto, es útil, porque todas las herramientas que se puedan añadir son positivas”.
También puede parecer que el formato en papel sea obsoleto, pero sigue siendo el preferido por una buena parte de los lectores. Y no impide que se haga una distribución específica a través del mundo virtual. “Se envía por correo electrónico en PDF, se sube a la web del Consejo, se puede leer cómodamente mediante la aplicación Calameo y se despieza para difundir los contenidos a través de las redes sociales, como Twitter y LinkedIn, para llegar a la gente más joven”, explica Natalia Muñoz Martínez, asesora del Área de Comunicación del Consejo.
Cada formato permite alcanzar a diferentes públicos, pero cabe preguntarse a quienes llega la revista. El público objetivo está formado por miembros de asociaciones e instituciones de la sociedad civil, como sindicatos, industria y grupos ecologistas; cargos políticos y trabajadores públicos; pacientes y personal de los hospitales; políticos; estudiantes, periodistas... Este último grupo resulta de especial interés, dado que el Consejo, para bien y para mal, ejerce siempre una atracción especial entre los medios de comunicación y es importante que quienes vayan a cubrir la información sobre el mundo nuclear y radiológico conozcan la actividad que la institución realiza y la discriminen de la que realizan otras instituciones, asociaciones o corporaciones.
“Nuestra intención es que la opinión que los ciudadanos tengan sobre las actividades del Consejo sean opiniones informadas, por eso consideramos que la tarea de divulgación científica, tecnológica y ambiental es tan importante para nosotros. Debe facilitar un marco amplio en el que nuestro trabajo se comprenda mejor”, concluye Ignacio Martín Granados.