CSN «La ciencia, por mucho que avance, no puede atajar todos los problemas de la humanidad», José María Bermúdez de Castro - Alfa 59 Revista Alfa

Skip to Content

Your version of Internet Explorer is not adequate for correct display of this website. You must use Internet Explorer 9 or better.

Accept

Contenido principal

Alfa 59

El número de otoño de Alfa, el 59, continúa indagando en uno de los temas del momento, la aplicación de la inteligencia artificial en el sector nuclear. Su uso en el sector contempla las ventajas que puede aportar esta tecnología, pero también los expertos consultados advierten de los riesgos que conllevaría un uso inadecuado.
Otro de los temas tecnológicos que pueden tener desarrollo en el ámbito del CSN es la computación cuántica, un nicho en el que el provocativo uso de la expresión «supremacía cuántica» ha abierto una carrera entre los dos paradigmas de computación, pero los métodos clásicos han mejorado tanto que los caminos se estrechan cada día más.
La parte más técnica de Alfa nos acerca la evaluación de los riesgos asociados a fenómenos naturales extremos en centrales nucleares. Desde el diseño inicial de las centrales hasta la etapa más reciente de los estudios en esta materia, abordada entre 2015-2022, y denominada genéricamente como ITC-Sísmica.Además, presentamos el nuevo Carné Radiológico Digital, un instrumento que redunda en el plan de actuación en tecnologías de información y comunicación del CSN y contribuye a mejorar la seguridad nuclear y la protección radiológica.
Back

«La ciencia, por mucho que avance, no puede atajar todos los problemas de la humanidad», José María Bermúdez de Castro

La figura de Bermúdez de Castro se asemeja a los propios yacimientos de Atapuerca, a los que entregó cuarenta años de trabajo junto a Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell. A medida que se profundiza, surgen más y más matices que enriquecen al personaje. Eminencia mundial de la paleoantropología, es también divulgador del español en el ámbito científico y una voz ante el cambio climático. El trigésimo aniversario del descubrimiento de una nueva especie humana, el Homo antecessor, es una excelente razón para rememorar el hallazgo y traer al presente sus circunstancias.

El paleoantropólogo José María Bermúdez de Castro | Fundación Atapuerca

Texto: Luis Tejedor

Se cumplen treinta años del descubrimiento de los fósiles del Homo antecessor. ¿Qué recuerda de aquel ocho de julio de 1994?

Lo recuerdo muy intensamente. Fue un hallazgo que no esperábamos, aunque sabíamos que excavábamos en unos niveles arqueológicos muy antiguos. Había aparecido industria lítica que indicaba presencia humana, pero faltaban los fósiles. Para nuestra sorpresa, no aparecieron solo tres, sino prácticamente un centenar. Fue un descubrimiento de un grupo de treinta personas y, claro, se desencadenó una especie de locura colectiva. Un auténtico ¡eureka! que no olvidaré en la vida.

¿Cómo recuerda la controversia suscitada en torno al hallazgo de esta nueva especie?

En ciencia siempre hay reacciones a favor y en contra. Al principio, hubo más respuestas negativas, a pesar de que contábamos con el apoyo de personas realmente importantes en el mundo de la paleoantropología, como el profesor Clark Howell, que vino a ver los fósiles. Es normal en estas situaciones: hay quienes se posicionan a favor y otros en contra. Inicialmente, nos sentimos un poco frustrados. Sabíamos que habíamos encontrado restos muy diferentes a todo lo descubierto hasta ese momento, y muy antiguos. Se conocían fósiles de hace medio millón de años, pero no de 850 000, por lo que decidimos seguir trabajando para convencer a nuestros colegas, que poco a poco vinieron a ver los restos. Imagino que quienes no han venido ya no tendrán reticencias, porque se han publicado muchos trabajos. Actualmente, la mayoría incluye esta especie en sus filogenias, lo que supone un éxito enorme.

¿Se confirmará en algún momento que el Homo antecessor es la especie madre de la que ha partido el resto?

Es la especie más próxima a un grupo de tres homínidos concretos: la nuestra, los neandertales y los denisovanos, lo que ha sido demostrado mediante el estudio de las proteínas halladas en los fósiles de Homo antecessor. Es lo más cercano. Falta por encontrar, si es que se encuentra, la especie que dio origen a estos tres grupos. Si no aparece –algo complicado porque, en mi opinión, debería estar en Próximo Oriente, una región donde es muy difícil trabajar–, Homo antecessor será la especie más próxima a nosotros y a los neandertales.

¿Se siente recompensado por los hallazgos vividos en Atapuerca o se ha quedado con ganas de más?

R: Tras cuarenta años de investigaciones en Atapuerca, y alguno más invertido en mi tesis doctoral, me siento muy recompensado. No hay que ser tan ambicioso (sonríe). Hemos encontrado muchos fósiles. Recuerdo algún ilustre paleontropólogo como Howell, un hombre fantástico, que siempre decía que «lo único que lamento es no haber encontrado un solo fósil humano en mi vida». ¡Imagínese nosotros, pobrecillos, que acabábamos de llegar de nuestras tesis doctorales y encontramos fósiles humanos en cantidades industriales! ¡Cómo no íbamos a estar felices con todo esto! Ha sido una vida maravillosa de hallazgos e investigaciones.

¿España es consciente del privilegio que supone contar con yacimientos como Atapuerca?

Muchísima gente lo es. Lo que pasa es que estamos hablando de la ciencia española, que lleva un retraso significativo. Ahora progresa rápidamente en temas científicos y hay mayor interés. Se leen más libros de divulgación científica y la ciencia tiene más presencia en los medios de comunicación. Creo que avanzaremos a pasos agigantados y espero que, dentro de muy poco, estemos al nivel de otros países punteros.

¿Hace falta pedagogía?

Un poco más. También es necesario reconocer la relevancia que tiene la ciencia en nuestras vidas, especialmente ahora, con los tiempos complicados que se avecinan debido al cambio climático y otros problemas que enfrenta el planeta, como la gestión de los residuos. España, al igual que otros países, está tomando conciencia y vamos a estar ahí intentando resolver estos desafíos.

¿Qué importancia concede a técnicas como la gammagrafía nuclear para el desarrollo de la paleoantropología?

¡Mucha! Hasta hace cuatro días, lo máximo que teníamos para trabajar eran ordenadores. Cuando comencé, usábamos calculadoras, lápices, bolígrafos y poco más. En pocas décadas, hemos llegado al punto en que apenas es necesario tocar los fósiles. Se colocan en una máquina, se realiza una microtomografía computerizada y ya tenemos en la pantalla del ordenador, en gran tamaño, todas las medidas que necesitamos. Incluso se pueden hacer réplicas utilizando impresoras 3D. Todo es impresionante.

¿Cómo se ha incorporado la tomografía computerizada en estos procesos?

El método científico, en algunos aspectos, no ha cambiado. Tenemos que observar los fósiles; nuestros ojos son fundamentales. Me hace gracia cuando veo a mis colegas más jóvenes, aquellos que comenzaron sus tesis doctorales hace pocos años y conocen los fósiles a través de las pantallas del ordenador. Cuando ven un fósil real, les resulta extraño. Nosotros estamos acostumbrados a verlos en persona. Creo que es esencial seguir observando los fósiles originales para comprender cómo son. Eso sí, luego ya se trabaja en la pantalla del ordenador, donde las cosas se hacen con mayor precisión. Las nuevas técnicas, como la gammagrafía nuclear, son maravillosas para aprender mucho más sobre estos humanos que nos precedieron.

¿Ha afectado a su concepción del tiempo trabajar con fósiles tan antiguos como los de Atapuerca?

Mucho. Eso lo notamos, sobre todo, cuando vienen personas que no están acostumbradas a tratar temas de paleoantropología. Cuando les dices que estos fósiles tienen un millón de años, que no es prácticamente nada, su mente no está preparada para entenderlo. Nosotros nos hemos educado en este concepto. Ya tenemos asentadas estas cifras y, no digo que las comprendamos, pero nos resultan más familiares. Entiendo que no es sencillo.

Después de tantos años de carrera, ¿tiene esperanza o es escéptico sobre la especie humana?

Tengo días buenos y otros menos buenos. Unos con más esperanza y otros en los que me levanto con más pesimismo. Sin querer, nos hemos ido equivocando con el modelo de vida que llevamos. Es algo muy obvio. Nos hacinamos en ciudades cuando lo más lógico sería vivir mucho más tranquilos, extendidos en el espacio, sin dejar zonas vacías. Ver todo esto me preocupa, no es lo más adecuado. No deberíamos culpabilizarnos, porque lo hemos hecho sin querer. Eso sí, ahora los científicos nos han advertido de que hay un cambio climático en marcha y una contaminación tremenda que solucionar. Si no hacemos caso a esto, lo tenemos muy difícil. La ciencia, por mucho que avance, no puede atajar todos los problemas de la humanidad. Hay mucha desigualdad en el mundo. O esto cambia o el futuro será complicado: tendremos que pasar crisis importantes, como la de la covid-19.

Siendo catastrofistas, ¿podremos sobrevivir al cambio climático que está en camino?

Creo que sí, que sobreviviremos como especie. Lo pasaremos mal. De hecho, ya hay muchas poblaciones que están sufriendo penurias y hambre porque no hay cosechas adecuadas y se ven obligadas a desplazarse. Por otra parte, los países del norte de Europa no están libres de nada. Las cosas no son fáciles. Que nadie se sienta seguro y piense: «como yo vivo en tal sitio, esto no me afecta». Una parte de la población va a pagar el precio de todo esto.

Usted es académico de la RAE. Desde su punto de vista, ¿cuál debería ser el papel del español en la ciencia?

Ojalá fuera mucho mejor. El inglés es el lenguaje de la ciencia. Toda mi vida he tenido que aprender inglés para poder defenderme. Soy mayor y, en mi época, aprendíamos francés, así que me tocó aprender posteriormente. En la comunidad de quinientos millones de hablantes de español, hay países que no tienen suficiente fuerza económica para hacer ciencia. Tenemos que reconocer la situación y asumir que el español no es el vehículo oficial de la ciencia, aunque seamos la cuarta lengua más hablada del planeta. No podemos cambiarlo de la noche a la mañana. Eso sí, la ciencia es universal y da igual la lengua en la que se escriba.

¿Cómo se pueden superar estos obstáculos para el progreso del español en el ámbito científico?

No es sencillo. Las revistas más importantes se escriben en inglés. En algunos casos, te ofrecen hacer un resumen en español de lo que estás publicando. Las revistas españolas que intentan sobrevivir lo hacen con muchas dificultades. Luego, los científicos no citan los trabajos que se hacen en español. Tengo artículos de mis comienzos y me citaban una o dos personas. Hasta que no empecé a publicar en inglés, prácticamente no tenía citas de otros científicos.

Lo que sí se ha revelado como algo vigorizante para la RAE es contar con académicos como usted, que vienen del ámbito científico.

Lo agradezco mucho. He hecho un cómputo de los académicos que vienen de este mundo de la ciencia y suman una docena desde 1713. Es un honor estar ahí, y estoy haciendo un esfuerzo muy grande para dar ese lustre que necesita nuestra lengua con las acepciones de los términos científicos.

En su discurso de ingreso afirmaba que, a pesar de nuestra singularidad, el parecido con ancestros como los chimpancés es extremo…

Siempre digo que la evolución humana me ha enseñado mucha humildad. Hay que reconocer lo que somos: primates con una inteligencia razonablemente buena, pero no lo suficiente como para superar los problemas causados por la naturaleza. Somos listos, pero no tanto. Compartimos cosas con muchos primates que nos hacen ser no tan buenos como quisiéramos, como la violencia o la territorialidad. También hay cosas buenas, como ser solidarios con los vecinos. Si reconocemos esta condición, a lo mejor podremos mejorar en el futuro.