CSN El enemigo silencioso - Alfa 55 Revista Alfa

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Alfa 55

Este número llega con una nueva sección, CSN I+D, que se propone difundir las propuesta y resultados de algunos de los proyectos financiados por el Consejo en el Plan de Investigación y Desarrollo que está enfocado a universidades y otras instituciones. Además, entre los reportajes, destaca el dedicado al gas radón, cuyos efectos sobre la salud son cada vez más a tener en cuenta. En otro de los contenidos explicamos el funcionamiento del Comité Científico de Naciones Unidas sobre los Efectos de las Radiaciones Atómicas (UNSCEAR), creado en 1955 y que actualmente está formado por expertos de 30 países, entre ellos España. Además, incluimos un reportaje sobre las investigaciones que se llevan a cabo para mejorar la eficacia de las baterías de ion-litio, y dedicamos otro espacio al machine learning, o los sistemas de aprendizaje autónomo de las máquinas, causantes de la actual revolución de la inteligencia artificial. La Entrevista de este número recoge las opiniones de Carlos Hidalgo, director del Laboratorio Nacional de Fusión, acerca del futuro de la fusión nuclear como fuente de energía capaz de ayudar a resolver la crisis energética. La sección Radiografía está dedicada a la seguridad en el transporte de material radiactivo. El primer artículo técnico está dedicado a la eficacia de los PAR en una central PWR-W genérica de tres lazos con contención seca y el segundo explica la Guía de Seguridad del CSN GS-05.17.
Atzealdea

El enemigo silencioso

El radón es un gas incoloro, inodoro e insípido, que se libera de manera natural de algunas rocas tan habituales como el granito. Químicamente pertenece al grupo de los gases nobles, aunque, como dice el catedrático Luis Quindós, “es noble pero sus hijos son unos villanos”. Y es que se trata de un gas radiactivo cuya desintegración genera otros elementos radiactivos perjudiciales para la salud. Es un enemigo silencioso que se cuela en los edificios y se acumula en sótanos de las zonas donde se genera, y lo hace de forma sigilosa, pasando inadvertido para las personas. Por ello, la preocupación por su presencia y sus efectos ha crecido en los últimos años y España prepara un Plan Nacional Contra el Radón, que completará la trasposición de una Directiva europea.

Texto: Elvira del Pozo | periodista de ciencia 

Entre el 3 y el 15 % de las muertes por cáncer de pulmón se deben al radón, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). En España, supondría una media de 1.500 defunciones al año, que superan las 1.145 vidas que se quedaron en la carretera en 2022. Todo “un problema de salud pública”, alerta el organismo internacional. Sin embargo, “la incertidumbre es tan grande que, aunque sí es necesario que haya más conciencia y acción política, no se debe causar alarma social”, matiza Luis Quindós, catedrático de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Cantabria y coautor de los datos que maneja la OMS. 

El radón es hijo del uranio y el radio, presentes de manera natural en rocas tan comunes dentro y fuera de casa como el granito. A diferencia de sus padres, el radón es un gas. Es radiactivo, incoloro, inodoro e insípido, por lo que es indetectable a simple vista (u olfato). A cielo abierto su concentración es muy baja pero cuando se cuela por grietas y agujeros de edificios, como pesa más que el aire, se acumula en sótanos y garajes mal ventilados. Ahí, lo respiramos. 

Aunque nuestro protagonista es el que tiene mala fama, no es el verdadero causante de los estragos en el organismo, sino que los culpables son sus descendientes. Es cierto que el radón emite partículas alfa, pero permanece tan poco tiempo en nuestro sistema respiratorio —cogemos aire y lo soltamos entre 12 y 20 veces por minuto— que el efecto de su radiación ionizante es prácticamente cero. 

El problema reside en que el efímero radón —cuya vida media es de apenas 3,8 días— se desintegra en polonio 218 y 214, plomo 214 y bismuto 214. Que son sólidos y también radiactivos. Y pequeños. Tanto que quedan fuertemente vinculados a las partículas de 0,1 micras contenidas en el aire y que penetran en el tracto pulmonar, desde donde van irradiando y modificando estructuras celulares. Ocasionando, eventualmente, un tumor en el pulmón. 

El nexo con este tipo de cáncer está claro, pero no así con otro tipo de enfermedades, como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que también se le achaca al radón. “En el resto de afecciones no hay un mecanismo biológico-químico-físico que relacione tan claramente la causa con el efecto”, enfatiza el médico. Sin embargo, algunos investigadores señalan como posible vector el agua con radón concentrado, de origen subterráneo.

Para que el radón dañe otros órganos distintos del respiratorio, tendría que viajar disuelto en nuestra sangre y a medida que se degradara en el torrente sanguíneo, sus descendientes se irían alojando en diferentes partes del organismo, desde donde podrían dañar sus tejidos. Pero esto no sucede así. Como explica Quindós, “este gas se comporta como el cloro que se echa a la piscina o como el dióxido de carbono de la gaseosa, que pasa a estado gaseoso en cuanto está en contacto con la atmósfera o se abre la botella”. De hecho, en lugares como balnearios, donde las fuentes de origen subterráneo suelen contener mucho radón, éste pasa al aire y la incidencia en sus trabajadores sigue siendo de cáncer de pulmón. 

El peaje de la eficiencia

“El radón ha existido siempre y, sin embargo, ahora hay más riesgo de respirarlo que hace 70 años”, puntualiza Quindós. La razón es que, con la búsqueda de la eficiencia energética, se han impermeabilizado fachadas y se han colocado ventanas herméticas, lo que ha disminuido drásticamente la ventilación de los edificios. Además, a medida que se ha encarecido el metro cuadrado de terreno, la gente ha excavado sótanos para aprovechar el espacio. “Construir encima de un bloque de granito es seguro porque de él sale muy poco radón. Ahora bien, si se perfora y rompe la roca, en el polvo producido el gas encuentra un camino más fácil para moverse”, explica este investigador. Y concluye: “las casas de las abuelas estaban apoyadas sobre el suelo, no dentro de él, y estaban muy aireadas porque ninguna de las cristaleras cerraba bien. Eso, sí, se pasaba frío”. 

A María Luisa Rodríguez le hubiera venido bien hablar con Luis Quindós antes de mudarse a un chalé de la sierra madrileña. Al poco de llegar, se quedó embarazada y se bajó al sótano para dormir sin tanto sofoco. Tres meses pasó al fresco hasta que un vecino le sugirió que hiciera una prueba de radón. “Y empecé a ponerme nerviosa”. Ella, médica de atención primaria, sabía los riesgos, así que dispuso unos detectores por toda la planta baja que parecían fundas de antiguos carretes fotográficos. 

Estos cilindros metálicos acumulan el radón presente en la estancia y su interior está recubierto por una capa de reactivo que se ve dañado por las partículas alfa del gas. Y aunque hay medidores digitales que dan el resultado in situ, “lo más fiable es utilizar los deLuis Quindós. tectores que proporcione un laboratorio que la ENAC (Entidad Nacional de Acreditación en España) haya acreditado según la ISO 17025”, dice Marta García-Talavera, jefa del área de Radiación Natural de la Subdirección de Protección Radiológica Ambiental del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). 

Los detectores arrojaron un dato incómodo: 2.000 bequerelios por metro cúbico. Los Bq/m3 expresan el número de desintegraciones por segundo en un metro cúbico de aire y, en este caso, superaban en más de seis veces los 300 Bq/m3 marcados como el límite máximo recomendado en la Directiva europea de protección contra los peligros de las radiaciones ionizantes (59/2013/EURATOM). No por esperado, menos doloroso, asegura el dicho. “Me alarmé, me sentí culpable por si podía afectar al feto y vivo con intranquilidad”, se lamenta Rodríguez. En unos años, quizás se acojan a las subvenciones que ofrecen algunas administraciones para la realización de obras de impermeabilización y de canalización del gas hacia el exterior. Pero, hasta entonces, las ventanas de su bodega están permanentemente abiertas, llueva o nieve.

La casa de Rodríguez se sitúa en Galapagar, un municipio que está en ese 20 por ciento del territorio español con más concentración de este intruso silencioso, según el “Mapa del potencial de radón de España”, que elaboró el CSN en 2017 (www.csn.es/eu/mapa-del-potencial-deradon-en-espana). Ahora, más de un lustro después, el organismo regulador actualizará y mejorará esta cartografía, y coordinará nuevas mediciones de radón a escala regional o local para integrarlas. Esta es una de las medidas estrella del futuro Plan Nacional Contra el Radón, una hoja de ruta con acciones concretas para reducir el impacto del gas sobre la población. Entre otras cosas, prevé que el CSN también estudie la contribución del agua corriente y de los materiales de construcción a la calidad interior del aire. Y le encargará la mejora de la fiabilidad de las mediciones para que no estén tan condicionadas por las condiciones ambientales, ya que los detectores arrojan resultados distintos en función de diferentes factores; por ejemplo, una elevada humedad, como ocurre en los balnearios. Este trabajo continúa uno de 2022 del CSN, con García-Talavera como coautora (https://bit.ly/3OhqSJQ).  

Disponer de información de base detallada es “fundamental para diseñar medidas efectivas”, recalca la experta. Por ejemplo, el mapa de radón ha sido clave en el diseño de la modificación que se hizo en 2019 del Código Técnico de la Edificación; en concreto, en la Sección HS6, que hace referencia al radón. También, se ha utilizado para obtener el listado de los llamados municipios de actuación prioritaria, en los que habría que llevar a cabo actuaciones de forma preferente. 

Próxima publicación

El problema que tiene el plan es que todavía no hay plan, aunque parece que se publicará pronto, según García-Talavera: “ya está hecho y sus actuaciones elaboradas, a falta de los últimos trámites antes de su aprobación final por el Consejo de Ministros”. Esta experta en radón del CSN ha participado activamente en el desarrollo del texto. Y, aunque a nivel reglamentario la transposición de la directiva es “ambiciosa y suficiente”, lamenta que “llega tarde”. España no transpuso la norma europea hasta el pasado febrero —cinco años más tarde de lo exigido (ya que el plazo venció en 2018)— lo que le ha valido amonestaciones desde la Unión Europea. Y, además, lo hizo de manera incompleta, pues aún no ha cumplido con la obligación de diseñar e implantar ese plan estatal. 

Mientras se publica o no el plan, el nuevo reglamento sigue sus plazos y amplía, como le exige Europa, el ámbito de actuación contra el radón. Por primera vez, se tendrá que medir su concentración en todos los lugares de trabajo que estén en planta baja o sótano de los municipios de actuación prioritaria: administraciones, colegios, cuevas turísticas, balnearios, minas subterráneas... Esto supone, entre otras cosas, que a partir de mediados de 2024 “se multiplicará por varios miles el número de lugares de trabajo a vigilar”, dice García-Talavera. Para poder abordarlo, añade, “el CSN establecerá un convenio de colaboración con la Inspección de Trabajo y Seguridad Social (ITSS)”. 

La Directiva europea señala que las actuaciones para mejorar la calidad del aire en el interior deben combinarse con medidas de información sobre el radón a la población. En esta línea, el organismo regulador apoyó el pasado año el primer Simposio Nacional sobre Protección frente a la Exposición al Radón en el Entorno Laboral, organizado por la Universidad de Santiago de Compostela con carácter divulgativo. También está financiando un proyecto de investigación para conocer cuál es la concienciación de la sociedad acerca del radón. Se están haciendo encuestas en todo el territorio, incluyendo las zonas más expuestas y también las más alejadas, para determinar cuál es la línea base. En opinión de García-Talavera, “aunque es un problema más conocido que hace unos años, gracias a que en los medios de comunicación se le está dedicando más atención, estamos expectantes ante los resultados, que se estima que estarán disponibles el año que viene. Gracias a ellos esperamos poder diseñar acciones de comunicación más eficaces desde el Plan Nacional”.

El nuevo marco normativo adoptado en España es “amplio, suficiente y completo” y el reto ahora reside en llevarlo a la práctica para implementarlo de manera correcta, concluye la experta del CSN.