CSN La banda sonora de la era atómica (1945-1969) - Alfa 45 Revista Alfa

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Alfa 45

En este número de Alfa incluimos un texto sobre otro tipo de aceleradores de partículas, los adaptados a la medicina, de los que de momento, solo cinco países cuentan en sus hospitales con ellos. Sus enormes dimensiones requieren una gran inversión a largo plazo hasta que se consiga reducir su tamaño.

El futuro pasa por un pequeño pueblo de Granada, Escúzar, en el que se podría conseguir la fusión nuclear si finalmente es designado como sede de la instalación IFMIF-DONES. En este número de nuestra revista describimos cómo es este proyecto, que busca allanar el camino de la fusión nuclear.

Como cierre a la parte más divulgativa de Alfa ofrecemos un reportaje sobre la banda sonora de la era atómica en Estados Unidos. Desde Bob Dylan hasta Crosby, Stills & Nash repasamos la euforia inicial tras el lanzamiento de las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki hasta el temor cuando la URSS desarrolló esa tecnología pocos años después (aquí puedes escuchar las canciones que se mencionan en el artículo).

Vés enrere

La banda sonora de la era atómica (1945-1969)

De entre todos los acontecimientos que han marcado un antes y un después en la historia del planeta Tierra pocos pueden presumir de haberlo hecho de manera tan absoluta como cuando el 16 de julio de 1945 EE. UU. probó con éxito la bomba nuclear en Alamogordo y menos de un mes después lanzó sendas bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki. El hombre había creado un armamento capaz del Armagedón planetario, con la posibilidad de extinguir a nuestra propia especie, así que es normal que su impacto se viera reflejado en todo tipo de manifestaciones artísticas, aunque puede que ninguna tan curiosa como la que se produjo en la música popular del país que lanzó las dos únicas bombas nucleares contra otros seres humanos, EE. UU. Nunca algo tan intimidante y peligroso inspiró letras tan bizarras como “He estado en Nagasaki, en Hiroshima también, lo mismo que les hice a ellas, pequeño, puedo hacértelo a ti. Porque soy una chica de Fujiyama y estoy a punto de explotar...” o “bueno, desde que te besé, nena, esa noche en el parque... Perdí mi cabello y cejas y mis dientes brillan en la oscuridad. Mujer radioactiva, trátame bien”.

Texto: Sergio Ariza | Periodista

Las explosiones en Hiroshima y Nagasaki dejaron cientos de miles de muertos y pusieron fin definitivo a la II Guerra Mundial con la rendición incondicional de Japón. Las primeras manifestaciones en canción sobre estos hechos trataban de lidiar con un poder desconocido y con el hecho de que EE. UU. fuera el único país con este tipo de armamento, así que varias de las canciones de finales de los 40 y comienzos de los 50 hacen una equiparación entre el poder atómico y el poder divino, con una consecuencia final, EE. UU. es el país elegido de Dios.

La más clara de estas demostraciones la podemos encontrar en el tema country When They Found The Atomic Power de Hawkshaw Hawkins, publicado en 1947: “Estuvieron trabajando en Los Álamos, Oak Ridge y el viejo Paso bajo un aguacero de lluvia. En esa hora cero buscando algún poder celestial mientras sonaba Star Spangled Banner (el himno estadounidense). Luego un destello, un rugido estruendoso a través del suelo del desierto, habían encontrado la energía atómica desde arriba. Entonces Dios con su poderosa mano mostró al mundo lo que no podría soportar cuando encontraron el poderoso, poderoso Poder Atómico”.

Para otros, como los Buchanan Brothers existía un poder todavía mayor que el atómico, “Hay un poder mayor que el atómico. Es un poder del que se sienta en lo alto. Si nos golpea (nos golpea) con su poderoso poder no sólo morirán algunos, sino todos”. Aunque para Fred Kirby, otro cantante country, la bomba atómica no era sino la constatación del cabreo de Dios: “Dios se está cabreando mucho por las cosas pecaminosas que hemos hecho. Nos dio a todos esta tierra bendita y esto que no puedo entender, un arma de destrucción para destruirnos a todos. Cuando esa bomba del infierno caiga habrá gritos, moribundos, rezos...” Muchas de estas canciones provenían del country, pero también hubo otros géneros que tocaron el tema, como el Atomic Energy de Sir Lancelot, un calypso publicado en 1947, que ya dejaba clara la mayor preocupación de EE. UU. y sus ciudadanos, seguir siendo los únicos con capacidad nuclear: “Todos podemos tener prosperidad con esta energía atómica, el mundo puede tener su cerdo y sus frijoles o ser volado en pedazos. Ahora le toca al pueblo hacer una cruzada para conseguir que no se hagan más bombas y que su gran fuerza sólo pueda ser utilizada por la paz y la democracia”.

Los temores de la Guerra Fría

Pero eso se acabó el 29 de agosto de 1949 cuando la Unión Soviética (URSS) probó con éxito su primera bomba atómica en Semipalátinsk, Kazajistán. Con la consecución del armamento nuclear por parte de la Unión Soviética, el mundo entró en un periodo de máxima tensión en el que, por primera vez, dos grandes potencias enfrentadas podían exterminarse la una a la otra con solo apretar un botón, fue lo que se conoció como Guerra Fría y, por supuesto, también tuvo su reflejo en la música popular. En abril de 1950 Blanchard and The Valley Trio sacaban una canción llamada Jesus Hits Like an Atomic Bomb, con una temática religiosa muy similar a las que hemos nombrado antes, pero con una frase que dejaba clara cuál era la nueva preocupación: “En 1949 los EE. UU. se volvieron muy sabios, descubrieron que un país al otro lado de la línea tenía una bomba atómica del mismo tipo, la gente del lugar se preocupó, al igual que antes les había sucedido a los japoneses”.

La paranoia de la posible destrucción atómica pronto se vio reflejada, aunque siguió habiendo bravatas como la de uno de los padres de la música country, Roy Acuff, quien en 1951 publicó Advice To Joe, una canción en la que advertía al mismísimo Stalin: “Verás los relámpagos, escucharás los truenos atómicos rodar. Cuando Moscú yazca en cenizas, que Dios se apiade de tu alma. Aquí hay una pregunta, Sr. Stalin, y es usted quien debe decidir. Cuando las bombas atómicas empiecen a caer, ¿tienes un lugar para esconderte?”.

Pero no todos estaban tan seguros del resultado de una posible guerra nuclear, los Talbott Brothers, un grupo de calypso originario de las Islas Bermudas, lo tenía claro en su Atomic Nightmare (pesadilla atómica): “Voy a correr, correr, correr como un hijo de puta. No sé a dónde voy a ir, pero voy a ir corriendo”. Y es que lo de cantarle al fin del mundo bajo un suave ritmo caribeño tiene su arte. Por otra parte, Arthur “Big Boy” Crudup, el hombre que compuso el That’s Allright Mama que haría famoso a Elvis Presley, estaría totalmente de acuerdo con ellos, como así lo dice en la expresiva I’m Gonna Dig Myself a Hole, publicada en 1951: “Creo que voy a cavar un agujero, y trasladarme con mi chica bajo suelo. Creo que cuando salga no quedará ningún muro en pie”. Una canción en la que se reflejaba la creación de los primeros refugios nucleares y el miedo reinante en la sociedad.

Cuando Einstein está asustado...

Este miedo llevó a la aparición de la que se podría considerar la primera canción anti nuclear, Old Man Atom, compuesta por Vern Partlow y con versiones del patriarca de la música folk Pete Seeger o The Sons Of The Pioneers, un popular y longevo grupo vocal que fue el encargado de cantar los temas de varias películas de John Ford. Partlow, un periodista que había entrevistado a varios de los científicos que habían trabajado en el desarrollo de las armas nucleares mezclaba el humor y la seriedad para hablar de un tema bastante grave: “Os voy a hablar de una cosa (...) esa cosa de la que Einstein dice que tiene miedo, y hermano, cuando Einstein está asustado tú también deberías estarlo”. O esos momentos en los que declaraba: “la gente en el mundo debe elegir una tesis, o paz en el mundo o el mundo en pedazos”. “Sostenemos que estas verdades son evidentes. Todos los hombres pueden ser cremados por igual”. Pero cuando la canción comenzó a ganar popularidad, a mediados del año 1950, se encontró con el auge del Comité de actividades antiamericanas del senador Joseph McCarthy y muchos la acusaron de comunista. Tanto es así que las grandes compañías discográficas retiraron todas las copias de la canción y tuvo que salir el New York Times con un editorial para aclarar que si la canción tenía algún tipo de propaganda era americana y no rusa...

Malos tiempos para la lírica en unos años que vieron como el principal responsable del proyecto Manhattan y el desarrollo de la bomba atómica, Robert Oppenheimer, era acusado en el tribunal y se le retiraba su credencial de seguridad. Claro que el clima que se respiraba durante esos años, a comienzos de los 50, era terrorífico, en plena Guerra de Corea con una parte de la población, entre ella el General McArthur, a favor de volver a utilizar armas nucleares contra Corea del Norte, algo que se ve muy bien reflejado en When They Drop the Atomic Bomb del cantante country Jackie Doll, en la que viene a decir que el presidente Truman es un blando y que habría que dejar que McArthur lanzara la bomba libremente: “Habrá fuego, polvo y metal volando por todas partes y la radiactividad los quemará hasta el suelo. Si queda algún comunista, todos saldrán huyendo... Si el General MacArthur lanza una bomba atómica”.

Por suerte no fue así y la Guerra Fría nunca llegó a que ninguno de los dos bandos utilizara su material nuclear. Algo que no hizo que fuera menos aterradora para la población mundial, siempre mirando de reojo a las dos superpotencias y a su explosiva relación, algo que llevó a una de las asociaciones más inauditas sobre el tema, con Floyd Tillman encontrando la metáfora perfecta en Cold War With You para un matrimonio que se está separando: “El Muro de Acero se alza en esta Guerra Fría contigo”. 

La fiebre del uranio

Pero la percepción de lo nuclear cambiaría cuando, el 8 de diciembre de 1953, el presidente de los EE. UU., Dwight D. Eisenhower, diera su famoso discurso de Átomos por la Paz en la Asamblea General de las Naciones Unidas. En él hacía promesas de un futuro pacífico en el que el uranio sería utilizado para reactores nucleares y no para armas, y en el que “la milagrosa inventiva del hombre no se dedicará a cosas que puedan traer su muerte, sino que se consagraría a su vida”. En el fondo era propaganda y no surtió particular efecto a la hora de reducir el armamento nuclear de ambas potencias; es más, durante el mandato de Eisenhower EE. UU. pasó de tener 1.005 a 20.000 armas atómicas. Pero lo que sí produjo fue una fascinación por lo nuclear, una energía que pasó a ser vista como la perfecta respuesta para los contaminantes materiales fósiles.

Además, trajo su particular fiebre del oro; en este caso la fiebre del uranio, cuando tras el descubrimiento de un enorme depósito de uranio en Colorado, Charles Steen y Vernon Pick se hicieron de, valga la redundancia, de oro. De repente Colorado se llenó de gente con un contador Geiger y una pala en busca de uranio, algo que también reflejaría la música popular de la época con canciones como Uranium Fever de Elton Britt, Uranium de los Commodores, Uranium Rock de Warren Smith o esa locura llamada Tic, Tic, Tic de Doris Day sobre la diversión de tener un contador Geiger.

Rock & Roll atómico

A mediados de los 50 la música popular vivió su particular explosión nuclear con la aparición del rock & roll, una música callejera y salvaje con un fuerte contenido sexual (no en vano el término venía de una expresión que utilizaban los afroamericanos para referirse al sexo), así que no era raro que desde el principio aparecieran varias metáforas “poéticas” sobre chicas atómicas y radioactivas. Así la Atomic Baby (chica atómica) de Amos Wilburn podía “encender tus cohetes y llevarte a la luna”, mientras que la Atom Bomb Baby (Chica bomba atómica) de los Five Stars “puede empezar una de esas reacciones en cadena en mi corazón, una gran explosión, grande y ruidosa que me hace sentir como una nube de hongo”, además de ser “un millón de veces más potente y caliente que el TNT”. Por otro lado, Bill Halley veía en la guerra nuclear y su devastación un posible sueño erótico, “Anoche soñé con la bomba H. Bueno, la bomba explotó y yo era el único hombre en pie... Había 13 mujeres y un solo hombre en el pueblo... ”. Algo que posiblemente inspiró a Stanley Kubrick para la lujuria en los ojos de George C. Scott cuando el Doctor Strangelove explica sus planes sobre el post apocalipsis nuclear.

Pero puede que nadie fuera tan lejos como una de las grandes voces del rockabilly, la mismísima Wanda Jackson, que fue novia de Elvis, y cantaba cosas tan audaces (y moralmente cuestionables) como estas en su Fujiyama Mama: “He estado en Nagasaki, en Hiroshima también y lo mismo que les hice a ellas, pequeño, puedo hacértelo a ti”. Lo increíble del caso es que la canción fue un éxito enorme en el país afectado, Japón, donde subió a lo más alto de su lista de ventas en 1957.

Con la llegada de los 60 el McCarthysmo estaba de capa caída y comienzan a aparecer varias canciones que, cómicamente, vuelven a alertar del peligro nuclear, así Scott Peters se preparaba para la guerra nuclear escuchando a CONELRAD, la emisora de emergencia en caso de ataque nuclear soviético: “Tengo un refugio contra la lluvia radioactiva, es de nueve por nueve. Un equipo de alta fidelidad y una jarra de vino. Dejaré que los misiles vuelen de nación a nación porque es tiempo de fiesta en mi emisora radioactiva” mientras que George McKelvey hablaba de los peligros de quedarse fuera del refugio en caso de ataque y las consecuencias que podía tener en su relación con su “chica radioactiva”: “bueno, desde que te besé, nena, esa noche en el parque... Perdí mi cabello y cejas y mis dientes brillan en la oscuridad. Mujer radioactiva, trátame bien”.

La canción protesta

Pero si algo marcó el comienzo de los 60 a la hora de tratar el tema nuclear fue la crisis de los misiles cubanos, el momento de la Guerra Fría en el que más cerca se estuvo de una guerra nuclear. El 20 de octubre de 1962 aviones americanos detectaron barcos soviéticos que llevaban misiles nucleares a la Cuba de Fidel Castro y el mundo entró en un periodo de un mes en el que cada día pudo ser el último. Un año antes el gran Charles Mingus andaba rogando para que no lanzaran la bomba atómica, Oh Lord Don’t Let Them Drop that Atomic Bomb on Me, pero nadie tenía muy claro que sus plegarias fueran a ser atendidas, ni mucho menos los propios Kennedy o Kruschev, sobre los que caía la responsabilidad de apretar el fatídico botón.

Algunos de los afectados no dudaban en pedir que lo hicieran, por parte estadounidense el bluesman Louisiana Red contaba que había tenido un sueño (Red’s Dream) en el que le decía a Kruschev que se llevara “esa basura de Cuba” o le abriría la cabeza con un bate de béisbol, pero por parte cubana tampoco se echaban atrás y Carlos Puebla y sus Tradicionales respondían en ‘Rompiendo Relaciones’: “Y sepa el imperialismo, si con nosotros se mete, que los famosos cohetes no son ningún simbolismo (...) si vienen en guerra ni uno solo quedará”.

Normal que aquella crisis inspirara al que pasaría a ser conocido como la voz de su generación, un Bob Dylan que incluiría tres canciones demoledoras en su segundo disco, el influyente The Freewheelin’ Bob Dylan, se trataba de Talking World War III la rabiosa Masters Of War y la canción que acabaría reflejando mejor aquella época A Hard Rain’s A-Gonna Fall, grabada solo unos días después de la retirada de los barcos soviéticos, el 6 de diciembre de 1962, en la que la lluvia radiactiva se mezclaba con los poetas malditos franceses: “Oí el sonido de un trueno, que rugió sin aviso, oí el bramar de una ola que podría engullir el mundo entero”.

Otro de sus himnos fue el Eve Of Destruction que escribió P.F. Sloan y cantó Barry McGuire: “¿No entiendes lo que trato de decir? ¿No puedes entender los miedos que siento hoy? Si se presiona el botón, no hay escapatoria”. Aunque esta canción tendría contestación por parte de un grupo conservador llamado The Spokesmen que sacó al mercado Dawn of Correction en el que decía que la potencia nuclear de EE. UU. era la que “mantenía a la gente libre de la dominación roja”.

Pero es evidente que los últimos años de la década, el rock y la música popular pasaron a ser claramente antinucleares con cosas como I Come and Stand at Every Door de los Byrds, House at Pooneil Corners de Jefferson Airplane o Wooden Ships de Crosby, Stills & Nash. Canciones que dejaban claro que la generación Woodstock estaba radicalmente en contra del armamento atómico y de la guerra en general, con un sencillo, pero efectivo, eslogan “amor, paz y música”.