CSN Nombres en su elemento - Alfa 41 Revista Alfa

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Alfa 41

Juzbado, la fábrica del combustible nuclear

El Consejo de Seguridad Nuclear comienza una nueva etapa en sus casi 40 años de andadura con la renovación de algunos de los miembros de su Pleno. El nuevo presidente del organismo regulador nuclear, Josep Maria Serena i Sender nos traslada, en las páginas dedicadas a la entrevista, lasl íneas maestras de su mandato y sus primeras impresiones después de algunos meses al frente del garante de la seguridadnuclear y la protección radiológica.

El cumplimiento con las resoluciones emanadas del Parlamento, la mejora de la transparencia y la comunicación o el refuerzo del programa de Cultura de Seguridad son algunas de las cuestiones que enumera Serena en sus respuestas. Además, pone especial énfasis en los asuntos relacionados con el funcionamiento interno del Consejo; un organismo,según sus palabras “con un altísimo componente científico, que debe mantenerse en la vanguardia de la ciencia”. Cerramos el apartado divulgativo de ALFA abordando nuevas técnicas para el reciclaje de los isótopos radiactivos. Su producción es fundamental para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como el cáncer. Un proceso que genera residuos que amenazan la sostenibilidad de su fabricación. Un proyecto belga busca una forma de reutilizar este material, para reducir al mínimo los residuos nucleares.

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Nombres en su elemento

Hubo un tiempo en que todo estudiante de bachillerato tenía como parte de su equipo escolar una reproducción plastificada de la tabla periódica. Aquel rectángulo constituido por pequeños cuadrados llenos de siglas y números, coloreados siguiendo unas pautas que resultaban indescifrables para los legos en la materia, ha cambiado de acuerdo con los avances que han ido zarandeando al mundo de la química en los 150 años transcurridos desde que fue creado. Las nuevas tecnologías, con la incorporación de la interactividad y las herramientas digitales, han contribuido a facilitar su asimilación y su aprendizaje; pero es esta funcionalidad, su carácter de herramienta, lo que ha dejado en segundo plano un aspecto no menos fascinante, como es la historia de los elementos que lo componen y, lo que es más curioso, de personalidades notables que se han asegurado su inmortalidad dejando su nombre detrás de la denominación de algunos.

Texto Vicente Fernández de Bobadilla Periodista

L os nombres con que se bautizaron en su día elementos básicos son bastante sencillos de rastrear, ya que se tomaron de personajes de la mitología o de lugares geográficos ligados al sitio donde fueron descubiertos o a la biografía humana o sentimental del científico que los halló: por ejemplo, el helio (número 2 en la tabla) fue bautizado así en honor al dios griego del Sol; el mercurio (número 80), por el dios romano del mismo nombre; el iridio (77), por Iris, diosa griega del arco iris; el lutecio (71) por la ciudad gala de Lutecia, tan presente en los cómics de Asterix, y el kripton (36) no tiene nada que ver con el planeta nativo de Superman –fue descubierto mucho antes de la creación del personaje–, sino que procede de la palabra griega kryptos, que significa ‘oculto’.

Pero, otros de los 118 elementos de la tabla recibieron su nombre como reconocimiento a seres humanosreales.Algunos son personajes históricos sin ninguna relación con la ciencia. Únicamente dosson mujeres. Sólo uno de estos homenajeados continúa vivo. Casi ninguno de los elementos a los que dan nombre se encuentra en la naturaleza; son artificiales, creados como resultado de reacciones nucleares.

Fue después de que comenzaran a aparecer estas nuevas adiciones a la tabla periódica cuando se pensó que sería de justicia bautizarlos según el nombre de personalidades que realizaron contribuciones significativas a la ciencia, o a otros campossiempre relacionados con el avance de la humanidad.Algunosson bastante evidentes: no es difícil especular co

n cuál es la procedencia del einstenio (99), el fermio (100) o el curio (96), pero hay otros nombres de procedencia más particular

El‘padre’de la tabla

Eslógico que en esta lista encontremos el mendelevio(101), conelque se rindenmerecidos honores a Dmitri Mendeleev, el creador de la propia tabla, pero no lo es tanto que éste no fuera la primera persona en recibir esta distinción: el primer ser humano que quedó unido para la posteridad a un elemento de la tabla fue elruso Vasili Samarsky-Bykhovets(1803-1870), de cuyo nombre se deriva el elemento samario (66).

Más curioso resulta el hecho de que la vida de Samarsky-Bykhovets no tuvo nada que ver con la química; ni siquiera era científico en elsentido estricto de la palabra, sino ingeniero de minas, formado en el cuerpo de cadetes del oblast de Tomsk, y su carrera estuvo compuesta de una sucesión de puestos militares administrativos, siempre relacionados con la minería, hasta que en1835 fuenombrado jefe del Cuerpo de Ingenieros de Minas. En ese puesto, autorizó al mineralogista alemán Gustav Rose el acceso a unas muestrasrecogidas en la zona de los Urales, en las que este encontró un nuevo mineral, al que llamó inicialmente uranotantalio, pensando que eltantalio formaba parte dominante en su composición

En 1846, su hermano Heinrich le hizo notar que el metal dominante era el niobio y, que para evitar confusiones, era conveniente rebautizar el hallazo. Se eligió el nombre de samarskita como agradecimiento a Vasili, y cuando en 1879 el químico francés Paul-Émile Lecoq aisló en él mineral un nuevo elemento, decidió seguir con la corriente y bautizarlo como samario. Sin comerlo ni beberlo, nueve años después de su muerte, Vasili SamarskyBykhovets se convirtió en la primera persona en dar nombre a un elemento químico sin mayor mérito para ello que el de haber firmado más de cuarenta años antes un permiso administrativo.

Más justicia tuvo, desde luego, el caso del mendelevio (101),si bien su llegada se hizo de rogar, hasta 1955. Este elemento 32 aLFa 41 Elquímicoruso, DimitriMendeleev,creadordelaprimera tablaperiódica,da nombrealmendelevio(elemento101). Elsamario(elemento66)recibesu nombreen honoraun funcionariodeminasruso,elcoronelVasiliSamarsky-Bykhovets. 41 aLFa 33 REPORTAJE se obtuvo por bombardeo con iones helio del isótopo einstenio-253 por el equipo formado por los científicos Albert Ghiorso, Bernard G. Harvey, Gregory R, Choppin, Stabley G ompson y Glenn T Seaborg en el ciclotrón de la Universidad de California, en Berkeley. El resultado fue un elemento metálico de alto índice de radiactividad, y cabe pensar que a la hora de bautizarlo el equipo coincidiera en que el creador de la tabla a la que su descubrimiento sería incorporado merecía por fin formar parte de ella.

Porque los logros de Mendeleev van más allá de su trabajo científico, y se extienden a su propia biografía; nacido en la ciudad rusa de Tobolsk en 1834, y miembro de una familia más que numerosa –algunas fuentes hablan de 16 hermanos– perdió a su padre a los 13 años de edad y su familia tuvo que trasladarse a San Petersburgo, a 1.500 kilómetros, donde los esfuerzos de su madre le permitieron matricularse en la escuela. Se graduó el primero de su clase, superando los obstáculos presentados por ataques de tuberculosis que le mantenían postrado en la cama –donde, a pesar de todo, seguía trabajando– y por un carácter tirando a intratable. Graduado en 1856,se trasladó a Alemania donde su pasión por la química –escribió su libro Principios Químicos, porque, a su juicio, no existía ninguna obra en Rusia que tratara la materia adecuadamente– comenzó a enfocarse en el campo de los elementos.

Cuando en 1869 presentó su tabla periódica, siguió el camino de otros científicos que, antes que él, habían intentado poner orden en el número creciente de elementos descubiertos; su mérito radicó en disponer ese orden según el peso atómico de cada uno, proporcionando así un patrón que hasta hoy ha permanecido inalterable. Y un último detalle: dejó sitio en su tabla para elementos que aún no habían sido descubiertos. Tres de ellos aparecieron cuando aún vivía, reforzando su capacidad de anticipación, pero no puede saberse si llegó a predecir que algún día su propio nombre se incorporaría a la tabla para bautizar uno de esos elementos aún inexistentes. 

Peculiares nomenclaturas

Su adaptación a partir de apellidos de personajes reales es lo que puede explicar la peculiar sonoridad de algunos de los elementos de la tabla; es el caso del gadolinio, que casi parece propio del protagonista de una ópera, y que deriva del apellido del químico y mineralogista finlandés Johan Gadolin (1760-1852). Hijo y nieto de profesores, Gadolin estudió química en la ciudad sueca de Uppsala, y luego pasó años viajando por Europa y familiarizándose con el trabajo de sus colegas, hasta regresar en 1797 a su ciudad natal de Turku (llamada entonces Åbo) para ocupar la plaza de profesor de Química en la Real Academia, que conservó hasta su retiro en 1822. Los testimonios sobre su vida nos hablan de un espíritu inquieto y activo en varios frentes (en el político, jugó un papel significativo en la separación de Suecia y Finlandia), que se mantenía al día de todas las ideas y teorías en su campo que iban surgiendo en el entorno europeo, a veces para apoyarlas, otras para refutarlas, pero incluso en este segundo caso nadie pudo acusarle nunca de falta de conocimiento.

Fue en 1792, al examinar una piedra de un mineral negro y pesado encontrada en una cantera de Ytterby, Suecia, cuando descubrió en ella un nuevo mineral, al que bautizó ytria, y que luego mostraría contener diversos elementos del género clasificado bajo la denominación de tierras raras. En 1880, el químico suizo Jean Charles Marignac aisló de la ytria un óxido mineral, al que llamó gadolinia en honor al descubridor del metal, y seis años después, el francés Paul Émile Lecoq de Boisbaudran consiguió separar el gadolinio del óxido, incorporando un nuevo elemento, y un nuevo nombre, a la tabla periódica. Fue un consuelo póstumo para una carrera que tuvo un epílogo triste, pues en 1827 Åbo sufrió el mayor incendio de su historia, que arrasó con toda la parte central de la ciudad, y destruyó, como daño colateral, la colección de mineralesreunida por Gadolin con el tesón de una vida entera; se retiró al campo, donde murió a los 92 años.

La tabla también presenta alguna controversia sobre el verdadero origen del nombre de dos elementos, el berkelio (97) y el livermorio (116), de los que se ha dicho que fueron nombrados en honor a George Berkeley y Robert Livermore, respectivamente. Pero, si consideramos que el primero fue un obispo y pensador irlandés de gran influencia en el siglo XVIII y elsegundo un ranchero y terrateniente inglés que llegó a poseer grandes extensiones de terreno en la California del siglo XIX, su elección parece aún másrara que la de Vasili.

Centros de investigación

La verdad es que estos elementos recibieron su nombre no tanto en honor a estos dos personajes como a los centros de investigación ubicados en ciudades que, estas sí, fueron nombradas por ellos: Berkeley, en California, hogar del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, uno de los enclaves principales de la ciencia estadounidense durante más de setenta años, y Livermore, también en California, donde está enclavado el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore.

Esa falsa asociación ha dado lugar a confusiones que aún durante hoy día, y que otorgan a la tabla más nombres propios de los que en realidad contiene.

La incorporación de elementos denominados según personajes reales abarcó también una función de reconocimiento a personalidades alejadas de la ciencia moderna, pero de una indudable relevancia histórica: es el caso de Americo Vespucio (1454-1512), navegante y cartógrafo que,sin proponérselo bautizó por igual a un continente entero y al elemento 95 de la tabla, el americio; de Nicolás Copérnico (1473-1543), autor de la teoría heliocéntrica del Sistema Solar y honrado durante más de quinientos años con su nombre presidiendo instituciones y monumentos por todo el mundo, y ocupando el puesto 112 de la tabla, con el elemento copernicio. Elemento que, cabe añadir, se llamó en principio ununcio tras ser descubierto en el Centro de Investigación de Iones Pesados de Darmstadt (Alemania), por el equipo dirigido por el profesor Sigurd Hofmann.

Cuando la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC) lo incorporó oficialmente a la tabla en 2009, sugirió al equipo que le buscara un nombre definitivo, y el del astrónomo polaco parecía una de las opciones más naturales; y de Alfred Nobel, cuyo impulso a las principales ramas de la ciencia fue recompensada otorgando su nombre al nobelio (102), haciéndole así compartir honores en la tabla con algunos de los galardonados con el premio que él creó.

Y relacionado con el Nobel está el uso de los nombres en la tabla periódica como una vía para la reparación de injusticias. A nadie se le escapa que el bautizo del meitnerio (109) fue una manera de compensarla marginación de la física Lise Meitner, apartada del premio sueco, que sí consiguió su compañero de investigación Otto Hahn por la creación del modelo teórico que explicaba la fisión nuclear, sin duda uno de los descubrimientos clave de la ciencia delsiglo XX, y uno de sus episodios másindignantes.

Uno de losinvestigadores que sintetizó el nuevo elemento, el alemán Peter Armbruster, declaró abiertamente que con la elección del nombre buscaban “hacerjusticia a una víctima del racismo alemán (Meitner había tenido que huir del país por ser judía) y dar el justo crédito a una vida y trabajo científicos”.

Más ambiguo es el propósito del curio (96), descubierto por Gleen Seaborg, Ralph James y Albert Ghiorso en 1944 en la Universidad deChicago: fue nombrado así en honor del matrimonio Curie, aunque si se considera que Marie ganó dos premios Nobel frente al único de su marido, podría pensarse que se lo merecía el doble que él, y habría que hacer también un hueco imprescindible para su hija Irene-Joilot, que también había sido galardonada con el Nobel de Química, en 1935. Había, sin duda, demasiados genios en la familia como para confinarlos en un solo elemento.

Elresto de los nombres propios escondidos en la tabla van marcando hitos científicos del siglo XX, todos ellos de merecimiento indiscutible y cada vez más cercanos en el tiempo, hasta el punto de contar por primera vez con testimonios de los protagonistas sobre lo que ha significado para ellos el galardón. Algunos cayeron por su propio peso, y en un caso al menos el nombre estaba concedido de antemano, esperando tan sólo la llegada de un nuevo elemento. Era obvio que uno de los científicos que más se lo merecía era el neozelandés Ernest Rutheford, padre de la física nuclear, descubridor de la radiactividad alfa y beta, descubridor del núcleo del átomo, creador del modelo atómico que lleva su nombre, descubridor del protón, premio Nobel de Química en 1907, etc. Esta sucesión de descubrimientos le garantizaba un lugar de privilegio en la tabla, que llegó en 1964, con el bautizo del rutherfordio (104). Pero, antes que él, había otra persona en la fila: todos los nuevos elementos eran hijos de la era nuclear, y habían sido no tanto descubiertos como sintetizados, un proceso que no habría sido posible sin la ayuda del ciclotrón, el primer acelerador de partículas, inventado por el físico norteamericano Ernest Lawrence y puesto en marcha por primera vez en 1932. Los científicos que se dedicaban al rastreo de nuevos elementos cayeron en la cuenta de su deuda con la persona que les había facilitado un equipamiento imprescindible para su tarea; de hecho, se dice que hubo un cierto consenso general en que el próximo elemento en incorporarse a la tabla recibiría el nombre de laurencio (103). Este llegó gracias al trabajo de los norteamericanos Albert Ghiorso, Torbjørn Sikkeland, Almon E. Larsh y Robert M. Latimer, en marzo de 1961, tres años después de la muerte de Lawrence.

En 1981 se descubrió el bohrio (107), que fue nombrado así en reconocimiento a la labor de Niels Bohr, premio Nobel de Física en 1922, uno de los especialistas que más contribuyó a descifrar la estructura atómica, miembro del Proyecto Manhattan y uno de los creadores del CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear); de nuevo, el nombre se incorporó a la tabla de manera póstuma, pues Bohr había fallecido en 1962. Y lo mismo ocurrió con el roentgenio, sintetizado en Alemania en 1994, exactamente 99 años después de que Wilhelm Röntgen, el científico del que recibió el nombre, hubiera producido y detectado un tipo de radiación electromagnética que también sería conocido con su nombre –rayos Roentgen– o, más popularElroentgenio,sintetizadoen Alemaniaen 1994,recibesu nombreen honoraWilhelmRöntgen. El flerovio(elemento114),sintetizadoen 1999, llevael nombredelcientíficosoviético GeorgyFlyorov. Nombres propios recogidos en la Tabla Periódica han marcado hitos científicos de merecimiento indiscutible en el siglo XX “ “ 41 aLFa 37 REPORTAJE mente,rayos X, llevándose en 1901 el primer Nobel de Física de la historia. En los últimos años, la comunidad y el organismo encargado de certificar los nombres se han dado cuenta de que estos desajustes temporales eran, quizá excesivos, y se han intentado paliar con casos como el del flerovio (114), sintetizado en 1999 y nombrado por Georgy Flyorov, el científico soviético descubridor de la fisión espontánea y fundador del Instituto de Investigación Nuclear bautizado también con su nombre; la distinción en la tabla le llegó sólo 22 años después de su muerte, mucho más tarde que el de Lawrence, pero todo un prodigio de celeridad comparado con Roentgen.

El único que sigue con vida

Todos estosreconocimientos, aunque sin duda merecidos, dejaban el regusto de una metodología mal rematada, que había hecho imposible conocer la reacción del homenajeado, ya que parecía una norma no escrita esperar al fallecimiento de un científico para considerarsu inclusión.

Un candidato incontestable para cambiar la tendencia era el químico Gleeneodore Seaborg, premio Nobel en 1951 junto con Edwin M. McMillan, ya que su trabajo en la Universidad de California en Berkeley había permitido la incorporación a la tabla de diez elementos de la familia de los actínidos, los que van del número 93 al 102. En 1997, la IUPAC aceptó bautizar como seaborgio al elemento 106. Era la primera vez que un científico recibía este reconocimiento en vida, y la primera vez que se pudo recoger el testimonio de lo que significaba para él:“este es el mayor honor que nunca se me haya podido hacer; incluso más, creo, que ganar el premio Nobel. Los futuros alumnos de química, cuando estudien la tabla periódica, puede que se pregunten por qué a ese elemento se le dio mi nombre, y de ese modo aprender más cosas sobre mi trabajo”.

Seaborg falleció dos años después, lo que deja al químico armenio Yuri Oganessian como el único científico vivo cuyo nombre está incorporado a la tabla periódica, hecho que le ha colgado elsobrenombre de ‘Mr. 118’, que es el número que corresponde al oganesón, el elemento nombrado en su honor en 2016, después de que sus trabajosresultaran de una importancia clave para la síntesis de seis nuevos elementos desde el año 2000. Desde el Laboratorio Flerov de Reacciones Nucleares en Dubna (Rusia), donde desarrolla su trabajo, y donde se han sintetizadonueve elementos enelúltimo medio siglo, continúa en activo a sus 86 años de edad, centrado en resolver la cuestión que no deja de sobrevolar el mundo de la química: ¿quedan nuevos elementos porsintetizar? Oganessian cree que sí, y dirige sus investigaciones al hallazgo de los 119 y 120; unproyecto que, de tener éxito, podrá proporcionarle algo de compañía entre los seres humanos presentes en la tabla