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DEEP WEB: el subsuelo de internet
Mostramos las claves científicas del envejecimiento para ralentizar, e incluso prevenir, su aparición y desarrollo. Nuevos métodos que buscan no solo envejecer más lentamente sino hacerlo saludablemente. Explicamos también qué son esas "tierras raras" que contienen los dispositivos electrónicos que utilizamos profusamente y sus propiedades que las convierten en bienes muy preciados.
Precisamente, los mencionados dispositivos hacen posible la navegación por los sitios más conocidos de la red pero la mayor parte de internet no la conforman los portales y buscadores más habituales, sino la llamada Deep Web, el conjunto de millones de páginas invisibles que se ocultan en la red y que ofrecen privacidad y anonimato a los usuarios, además de un rincón, la Dark Web, donde se llevan a cabo actividades ilegales prácticamente indetectables.
A través del resto de reportajes paseamos por el permafrost, una capa de suelo que ha permanecido a una temperatura bajo cero durante miles de años y que actualmente está sufriendo los efectos del cambio climático. El marco de la transición ecológica que la humanidad necesita para combatir el cambio global provocado por los combustibles fósiles, incluimos un reportaje sobre el hidrógeno, una opción sostenible para mover los vehículos, dada su alta eficiencia energética y que no emite contaminantes.
La ciencia de estirar el tiempo
A los pocos días de comenzar este nuevo año la persona más anciana del mundo, Kane Tanaka, celebró su 119º cumpleaños en Japón con una botella de cocacola y haciendo el símbolo de paz delante de los fotógrafos. Tanaka declaró estar decidida a prolongar el récord un año más. Mientras su futuro se debate en el misterio de la biología, la investigación en envejecimiento busca en el laboratorio formas de ralentizar, e incluso de revertir, los efectos del tiempo. Desde cambios en la dieta hasta fármacos que eliminan el daño molecular de las células, el regreso de estas a un estado embrionario mediante la reprogramación, o la introducción de genes de la longevidad por terapia génica, los científicos tratan de saber si terapias experimentales que alargan y mejoran la vida en animales de experimentación son verdaderamente posibles en humanos.
Antonio vivió 102 años: nació el año del hundimiento de Titanic. Durante su largo siglo de vida que comenzó en 1912 fue ingeniero de caminos, inventor, empresario, profesor universitario. Patentó casi una treintena de invenciones, entre ellas: un dinamómetro simplificado, una llave de tuercas automática, un dispositivo de seguridad para motores de automóviles, un tapón irrellenable, una máquina para segar plantas, un sistema de traviesa para ferrocarril y una variedad de sistemas vibratorios para hormigón con lo que fundó su propia empresa.
A los 68 años se convirtió en aviador y poco después fundó la Asociación de Amigos del Autogiro, que presidió hasta casi su muerte. Con 93 años la Federación Aeronáutica madrileña le nombró mejor deportista del año —era uno de los que más kilómetros de vuelo había hecho—, premio que recibió justo antes que un muchacho de 12. Envejeció despacio: primero necesitó un audífono, después bastón, después silla de ruedas. A partir de los 100, fármacos para las alucinaciones. Antonio fue mi abuelo.
La vida de un hombre es solo un parpadeo, “entre dos oscuridades, un relámpago” en el poema de Vicente Aleixandre, pero junto al resto de singularidades compone una historia mayor. En este caso la historia trata sobre la duración de la vida: vivimos el doble que hace 100 años. Si en 1920 la vida media en el mundo era de unos 35 años, en 2019 fue de 73, y en muchos de los países más ricos superó los 80 años: España, Suiza, Italia y Australia, por ejemplo, llegaron a los 83 años. En cabeza, año tras año, lidera Japón: la esperanza de vida es de 87 para las mujeres japonesas y 81 para los hombres. En cuanto a los centenarios, las cuentas del Instituto Nacional de Estadística dicen que en 2020 hubo en España 17.308. Veinte años antes no llegaban ni a la tercera parte.
Hasta en las noches más oscuras el deseo ancestral de vivir se revuelve. Vayamos a ello, entonces. Vivimos más, pero: ¿cuánto tiempo podremos darle esquinazo a la muerte?
Las células durmientes
Manuel Serrano es uno de los mayores expertos en envejecimiento del mundo y actualmente dirige el programa de Envejecimiento y Metabolismo en el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (IRB). Para él y otros muchos científicos, uno de los cambios más relevantes en investigación sobre envejecimiento en los últimos años ha sido considerarlo como un proceso sobre el que se puede actuar, quitando parte de su condición irremediable. “Envejecer es un proceso que es manipulable, no digo que sea completamente evitable, pero es manipulable: se puede acelerar y se puede retrasar”, afirma.
Los científicos han ido aumentando la longevidad en animales por distintos caminos. María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, y el mismo Serrano crearon en 2008 Triple, una estirpe de ratones superresistentes al cáncer y súper longevos: su esperanza de vida era un 40% superior. Los Triple provienen de cruzar ratones a los que Blasco introdujo por terapia génica el gen de la telomerasa —una especie de reloj biológico que marca el envejecimiento de las células— con los ratones transgénicos de Serrano que contaban con tres genes —p53 entre ellos, el llamado “guardián del genoma”— protectores frente al cáncer. Pero fuera del laboratorio vivir tiene su precio y, a medida que envejecemos, nuestras células acumulan daños moleculares que, pasado un determinado umbral, no pueden ser reparados. En este momento las células tienen tres opciones: mutar en cancerosas, autodestruirse — apoptosis, en jerga científica— o entrar en un estado semidormido llamado senescencia. En un principio se pensaba que las células senescentes eran relativamente inofensivas pero en los últimos años han cambiado su papel en el proceso de envejecer.
“Hoy se entiende, y hay muchos datos sobre ello, que muchas enfermedades degenerativas que ocurren con el envejecimiento en realidad son un envejecimiento acelerado y focalizado en un órgano. Esto es lo que ocurre con el fallo renal, la fibrosis hepática, el fallo respiratorio, la arterosclerosis, las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer... Todo esto entra dentro de un cierto debate pero hay muchos científicos que piensan que es un envejecimiento acelerado causado por las células senescentes”, explica Serrano. La buena noticia es que unos fármacos especiales —los llamados fármacos senolíticos— podrían eliminarlas lo que llevaría a un rejuvenecimiento del organismo.
“Esto se ha demostrado extensivamente estos últimos años en animales de experimentación, pero también hay ensayos clínicos que se están haciendo en varios países del mundo intentando demostrar su beneficio terapéutico. No se están haciendo ensayos para retrasar el envejecimiento —esto es muy complicado de demostrar por requerir mucho tiempo y por los costes asociados—, se están haciendo para ver si estos fármacos evitan determinadas enfermedades en las que hoy se entiende que ocurre un envejecimiento prematuro focalizado en un órgano”, explica Serrano.
La senescencia podría compararse con los procesos inflamatorios que son similares en muchas enfermedades y se tratan con el mismo rango de medicamentos inflamatorios. “Si entramos en los detalles esto es mucho más complicado, pero las células senescentes son más o menos parecidas, se acumulan en distintos órganos, y se pueden tratar con los mismos fármacos, al menos en esta primera generación de fármacos antisenescencia celular”, añade.
Muchos de estos ensayos se están haciendo en la helada Minnesota, en la famosa Clínica Mayo con la que Serrano y su equipo colaboran buscando propiedades físicas en estas células durmientes para poder detectarlas por resonancia magnética. “Estamos haciendo ensayos clínicos en el departamento de nefrología del Hospital de Bellvitge y en el de oncología del Vall d’Hebron y tenemos ya datos con pacientes, pocos, pero estamos acumulando más y más datos muy interesantes, muy prometedores, y esto puede ser muy importante. Si esto funciona sería el método para evaluar la eficacia de las terapias senolíticas. En todas las terapias médicas es siempre esencial poder tener una medida, no lo puedes dejar a algo subjetivo. Es importante decir: hemos tratado con este fármaco y había un número X de senescencia y hemos disminuido en tanto”, explica el investigador.
Ciencia Benjamin Button
Otro avance reciente roza los límites de lo imaginable: la posibilidad de “rejuvenecer” las células usando una técnica de reprogramación descubierta por el científico japonés Shinya Yamanaka. Una especie de historia de Benjamin Button. En 2012, Yamanaka y el británico John B. Gurdon recibieron el premio Nobel de Medicina y Fisiología por sentar las bases para desandar el camino de una célula: pasar de la madurez de una célula adulta a la juventud de una célula madre —en jerga científica, célula pluripotente— llena de posibilidades. Volver al principio como si el tiempo no hubiera empezado a contar.
En concreto, Yamanaka determinó que modificando solo cuatro genes de células adultas, que obtuvo de la piel, estas retrocedían en el tiempo a un estado similar a células embrionarias que tienen la capacidad de convertirse después en cualquier tejido, una especie de lienzo en blanco. Poco después, el equipo de Serrano fue el primero en demostrar que es posible realizar esta técnica dentro del organismo, in situ, hasta entonces sólo se había hecho in vitro. Y posteriormente, otro español, Juan Carlos Izpisúa Belmonte del Instituto Salk en California, demostró que si tan solo se iniciaba la reprogramación y se hacían retroceder a las células en el tiempo de forma transitoria y reversible para luego regresar a su identidad original, también en ese caso “rejuvenecían”.
Para Serrano, “este avance es muy importante porque por primera vez permite rejuvenecer de manera relativamente fácil y reproducible a células, y esto tiene un impacto beneficioso en todo el organismo, como se ha demostrado con ratones. Esta técnica aún está lejos de su aplicación para salud humana pues de momento requiere introducir genes, lo cual es complejo y poco práctico, y estos genes entrañan riesgos, cáncer principalmente, pero hay mucha investigación para conseguir controlar y dominarla usando fármacos”. Ante estos descubrimientos la pregunta es inevitable: ¿hasta dónde se puede llegar a especular con la longevidad? ¿Existe un límite para la vida humana? “Te diré que la mayor parte de los investigadores que trabajamos en envejecimiento estamos más interesados en enfermedades concretas que consideramos un proceso de envejecimiento acelerado, porque esto es algo más factible, más realista y muy importante. Pero, por supuesto, claro que especulamos y aquí nos gusta también poner las cosas en contexto: con medidas simplemente en el estilo de vida, la longevidad de los humanos se ha multiplicado por 2 en 100 años: si era 40 años en 1900, es más de 80 en el 2000 y no ha habido fármacos ni tratamientos sofisticados. Han sido simplemente los antibióticos, el agua salubre, la alimentación, que es mucho mejor ahora...”, responde Serrano.
Todos esos factores se han ido sumando para aumentar la longevidad. La pregunta entonces es ¿se puede llegar más lejos con fármacos, con tratamientos más sofisticados? “Estoy seguro, y estoy seguro de que esto se conseguirá. No va a ser algo inmediato, no va a ser un salto de un día para otro, será progresivo y seguiremos viendo como el envejecimiento saludable sigue alargándose y alargándose. Hoy día creo que la experiencia de todos nosotros es que las personas de 70 años son personas activas, sanas, la mayor parte, y que llevan una vida muy satisfactoria en todos los sentidos. Estoy seguro de que más adelante esta situación que describo para las personas de 70 años, será aplicable a los que tienen 80, y algún día a los que tienen 90, y la longevidad irá alargándose poco a poco, estoy seguro. Y habrá fármacos que serán capaces de mejorar, de ayudar, en este proceso”.
El cuarteto: ejercicio, nutrición, control del estrés y suplementos
José Viña, catedrático de Fisiología en la Universidad de Valencia, dirige desde hace más de 30 años un grupo que investiga cómo mejorar lavida en la vejez, el Freshage Age and Exercise Research Group. Viña, 68 años, calcula que lleva 30.000 kilómetros hechos en bicicleta por Valencia. Juega al tenis, practica pilates, medita, come mucha fruta, pescado, y toma un suplemento multivitamínico. “Después me pasa una cosa que es importante en ciencia: aquí casi todo lo que piensas sale mal, si no a todos nos habrían dado el premio Nobel. Para estar en ciencia hay que ser optimista y se ha demostrado epidemiológicamente que los optimistas viven más. Y yo soy optimista”.
Para Viña, médico, el fondo del problema del envejecimiento es que no tenemos posibilidad de reparar el daño molecular que ocurre con el paso del tiempo al cien por cien y, por tanto, la inmortalidad hoy no está al alcance de la ciencia. “Eso ya está probado en animales de experimentación. Nosotros en el laboratorio tenemos moscas en las circunstancias más óptimas, pero acaban envejeciendo; tenemos ratones en las condiciones más óptimas, pero acaban envejeciendo. Este es el problema aquí: que la reparación del daño no se puede hacer al 100%”.
Por experimentos en gemelos univitelinos se sabe que la longevidad tiene al menos dos componentes: uno de ellos es genético y podría representar hasta el 20%, y el otro gran 80% son factores ambientales entre los que están los hábitos de vida. De momento se conocen varios genes de la longevidad —p53, telomerasa, age-1— y en experimentos de biología molecular en animales se ha comprobado que cuando se sobreexpresan, cambia la longevidad. En el grupo de Viña estudian centenarios y en ellos se ve muy bien la importancia de esta parte genética. “Son familias; por ejemplo, la tuya y la mía. Mi madre murió la semana que cumplió 99 y ya teníamos la mesa del restaurante preparado. Y su madre, mi abuela, murió con 101, y su hermana con 92. Hay un elemento genético que esperemos que nos pase a ti y a mí que se ve muy bien que se da en la centenariedad. Por ejemplo, ahora estamos estudiando un gen que se llama bcl, que hemos visto que se sobreexpresa en centenarios. Y resulta que cuando nosotros sobreexpresamos ese gen, por ejemplo, en moscas, viven más. Los genes de la longevidad pueden ayudar a aumentar la longevidad un 10, 15 o 20%, que son 20 años, eh, pero de ahí a decir usted vivirá 1000 años... Hoy eso no está al alcance de la mano”.
Puesto que la parte genética que heredamos de momento no podemos cambiarla, nos queda el medio ambiente. “El problema actual donde nos estamos centrando más, desde luego mi grupo, es más que en alargar la vida, en alargar la vida saludable. Eso en términos médicos se llama evitar la fragilidad. Estamos buscando sistemas para aumentar la calidad de vida, dicho en términos médicos, para retrasar la fragilidad, que lleva a la dependencia y eso es del máximo interés en geriatría. No le voy a poner a un niño un gen para que viva más. De momento no es sensato. La terapia génica del envejecimiento es difícil de extrapolar al humano. Ojo, porque en el animal se hace y viven más. Pero en este momento, la terapia génica del envejecimiento no está a corto plazo en humanos. ¿Qué podemos hacer? Cuatro cosas: ejercicio, nutrición, control del estrés y suplementos. Con eso uno puede alargar la vida 15 años.”
Y Viña da los siguientes datos: en Europa, el 40% de las personas de más de 65 años están deficientes en proteínas, no comen bastante. En muchas partes de España y Europa (especialmente en el norte del continente) hay déficit de vitamina D. Una solución es dar suplementos de proteínas y vitaminas. “Mi madre no hubiera vivido tanto si no le hubiéramos dado suplementos de proteínas porque comía muy poco. Con los multivitamínicos no se ha demostrado que haya toxicidad con esas dosis relativamente bajas y la misma pastilla te cubre a ti que a mí. Pero debemos hacer mucha medicina personalizada, es decir, ¿a usted qué le falta? O bien al menos personalizada de grupo: al grupo de personas como usted, ¿qué les suele faltar? Repito que no todos los mayores son iguales: un señor de 70 que corre 5 km al día no es lo mismo que su hermano mayor que tiene 86 y que no sale de casa”, concluye Viña.
De lo que se trata con este cuarteto de ejercicio, nutrición, control del estrés —por ejemplo, con técnicas de meditación y vida social— y suplementos, en ese orden de importancia, es buscar elementos de calidad de vida que lleven a aumentar la vida media, más que aumentar la vida máxima: es decir, que mucha gente llegue a 80 más que haya muchos centenarios.
En un reloj de sol que diseñó Antonio, mi abuelo, sobre la dorada piedra caliza, reza la leyenda: “Hora est benefaciendi”. Es la hora de hacer el bien. Murió una tarde apacible y caliente de principios de verano, después de comer y de echarse la siesta.