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Alfa 53
Ha nacido una estrella
En diciembre de 2022, el National Ignition Laboratory estadounidense consiguió la primera reacción de fusión nuclear con ganancia de energía, un hito que protagoniza uno de los reportajes divulgativos de este número 53. Otro avance tecnológico del que hablamos y que puede revolucionar el mundo es el llamado internet de las cosas, que consiste en dotar a todo tipo de instrumentos y productos de conexión a la red para interactuar con otros aparatos y sistemas. Asimismo analizamos las técnicas radiactivas y nucleares que se emplean cada vez con más frecuencia en tareas de restauración del patrimonio cultural y artístico, así como las aplicaciones y cualidades de un material que, pese a su amplia presencia en nuestra vida cotidiana, pasa casi desapercibido: el vidrio, que fue objeto de atención durante 2022, elegido por la Unesco como Año Internacional del Vidrio.
Los tres reportajes restantes se centran en la actividad del CSN. uno está dedicado a la renovación de su Centro de Información, que este año cumple un cuarto de siglo y que ha acogido ya a más de 155.000 visitantes. Otro detalla el contenido de su Plan de Igualdad recientemente aprobado. Con él, el organismo pretende avanzar en la auténtica equiparación entre mujeres y hombres. El tercero de los reportajes aborda el uso de técnicas nucleares y radiológicas para el estudio y protección de restos arqueológicos y otras manifestaciones culturales.
“No escribes una novela para enseñar nada, escribes para aprender”
Rosa Montero Gayo (Madrid, 1951) es una escritora y periodista apasionada, capaz de dedicar muchas horas a hablar con sus lectores porque “me interesa mucho la gente”. Su último artefacto, un libro sobre la salud mental en primera persona (y en segunda y en tercera) ha sido, como toda su obra, un notable éxito de crítica y, sobre todo, de público. Apasionada también por la figura de Marie Curie, con pensamientos recurrentes sobre la muerte, resulta una conversadora inteligente y divertida. Le acaban de conceder el enésimo premio de su trayectoria, el Ojo Crítico Especial 2022, de Radio Nacional de España. “Me encanta, porque es un programa mítico, que ha hecho una gran labor cultural, de visibilización y de protección en el frágil camino de la obra de un artista”, dice.
PREGUNTA: ¿Hay suficiente periodismo cultural?
RESPUESTA: No, que va, pero este año ha habido una subida como consecuencia de la covid. Se ha leído más y — aunque ya lo sabíamos muchos, los políticos lo olvidan— se reforzó la idea de que lo cultural es muy importante. Ha habido un repunte ahora en televisión, hay varios programas culturales, pero siempre es poco. La gran crisis económica en los medios de comunicación se juntó con la crisis del cambio de sistema, de donde empezamos a salir ahora porque la gente ya está acostumbrándose a pagar por leer en digital, que es la única salida. Pero la crisis ha sido enorme y lo cultural era lo primero que desaparecía en los medios.
P: ¿Ve mejor a los medios, recuperándose de la crisis?
R: Un poquito mejor, están saliendo de la larga travesía del desierto, pero quizá lo veo así sobre todo por mi optimismo.
P: En Ser amigo mío es funesto, la correspondencia entre Joseph Roth y Stefan Zweig, Roth se queja todo el tiempo de tener que escribir lo que llama artículos alimenticios, que no le dejan escribir novelas. ¿Ha sentido algo así?
R: Roth era un quejica. Pertenece a una generación de grandes escritores, muy masculinos, muy encumbrados por la crítica pero que eran unos pelmas. Creo que no se debe dejar el periodismo, siempre lo digo, cuando doy clase o con amigos míos que cometieron el error de dejarlo todo para dedicarse a la escritura creativa y que se han hundido, y eran escritores muy buenos. Si te dedicas solo a las novelas y tienes que empezar a publicar cada poco tiempo, puedes publicar bazofia. Hay que mantener la parte de la escritura creativa en el lugar más libre posible, sin la presión de la necesidad de publicar. Si a la presión y al ruido ambiental le añades tener que pagar las facturas, apaga y vámonos.
P: ¿No sería mejor que se pudiera vivir de la literatura?
R: Tal como están las cosas es imposible, no hay mercado suficiente. A no ser que tuvieras la suerte de ser como J.K. Rowling, [la creadora de Harry Potter] que escribes en la cocina de tu casa 26 | alfa 53 Rosa Montero Gayo, periodista y escritora “No escribes una novela para enseñar nada, escribes para aprender” Rosa Montero Gayo (Madrid, 1951) es una escritora y periodista apasionada, capaz de dedicar muchas horas a hablar con sus lectores porque “me interesa mucho la gente”. Su último artefacto, un libro sobre la salud mental en primera persona (y en segunda y en tercera) ha sido, como toda su obra, un notable éxito de crítica y, sobre todo, de público. Apasionada también por la figura de Marie Curie, con pensamientos recurrentes sobre la muerte, resulta una conversadora inteligente y divertida. Le acaban de conceder el enésimo premio de su trayectoria, el Ojo Crítico Especial 2022, de Radio Nacional de España. “Me encanta, porque es un programa mítico, que ha hecho una gran labor cultural, de visibilización y de protección en el frágil camino de la obra de un artista”, dice. n Texto: Antonio Calvo Roy | Periodista n Fotos: Jesús Peraita n y das un pelotazo, como si te cae la lotería. Salvo que tengas esa posibilidad, todo lo demás va a ser un chantaje para la libertad creativa. Todos queremos que se nos lea, pero entre que se lea y que se venda hay una diferencia grande.
P: ¿Le ayuda el periodismo, además, a estar atenta a la vida, a lo que pasa en la calle?
R: Yo no lo necesitaría porque me gusta la gente, pero sí que está bien. Lo que te da es una tribuna para hablar de determinados temas y para pensar, y ya se sabe que escribir es una manera de pensar especialmente buena, estricta, disciplinada. Ahora que no hago prácticamente nada más que los artículos, eso me obliga a pensar determinados temas y a pensarlos de una forma profesional, disciplinada y racional.
P: ¿Y no echa de menos las entrevistas, por ejemplo, ir a París a entrevistar a Jomeini?
R: Por Dios, no, lo detesto; no, no. Me piden alguna ahora y digo que no. He hecho unas 2.000 entrevistas y son un trabajo brutal. Me las preparaba como un trabajo de fin de curso, me estudiaba mucho al señor o la señora. Eso ya lo he hecho y como me queda poca vida y no me produce una sensación placentera no lo hago, no me da nada.
P: No es usted una escritora encerrada en su torre de marfil, tiene mucho contacto con los lectores. ¿Emplea mucho tiempo en ello?
R: Sí, ya digo que me gusta la gente. Me interesa la vida porque en general me interesa mucho la gente. Soy muy accesible porque creo que hay que serlo, y las redes, no todas, te dan esa posibilidad. Por ejemplo, tengo un Facebook maravilloso, profesional, en el que no hay trols. Es una ciudad de doscientas y pico mil personas en la que todos, más o menos, estamos dentro del mismo ámbito de intereses. Y ahí la gente es súper cariñosa y se dicen cosas interesantísimas; hay hilos que he metido en mis novelas o he hecho artículos a través de ellos.
P: ¿No le llevan demasiado tiempo las redes?
R: Sí, llevan mucho tiempo porque intento contestar y son muchas personas. En Twitter, que detesto, que no me interesa por su aire gritón, simplemente respondo a la gente que me dice cosas lindas y punto. Y luego Instagram, que casi no lo uso.
P: ¿Twitter contribuye a la enorme polarización que se ve en distintas sociedades?
R: Sin duda la exacerba las redes, pero en buena medida por nuestra idiotez, por nuestra ignorancia tecnológica y científica. La gente se acerca a las redes con una especie de respeto cuando lo único que hacen es magnificar, y además de manera anónima, al indeseable del barrio, al matón. Los conocemos, son los que antes se acodaban en la esquina del bar del barrio insultando a la gente y a los que la sociedad hacía un vacío sanitario. Ahora llega ese psicópata, lo suelta en Twitter, y todo el mundo, los políticos los primeros, diciendo ¡uy, lo que ha dicho! ¿Pero por qué le das un lugar que nunca ha tenido ni que tiene por qué tener?
P: ¿Eso es difícil de combatir?
R: Se combate con cultura social, desde la escuela, para aprender a valorar. Un estudio de hace poco señalaba que, hasta la universidad, los jóvenes no eran capaces de distinguir la diferencia entre una noticia y una opinión. Es para pegarse un tiro esa falta de cultura. Hay que educar en las normas básicas de lo real.
P: Volviendo a sus libros, su detective del futuro, Bruna Husky, está en un momento clave, al final de tercer libro ¿va a volver?
R: Sí, estoy súper interesada en saber qué pasa con ella y como si no escribo el libro no lo voy a saber… Lo único que veo es que le van a dar varias palizas hasta que comprenda que ya no tiene el cuerpo de la Bruna de combate. Le va a salir la chulería esa y le van a dar hasta que entienda que tiene ir ahora por la inteligencia.
P: ¿Y usted piensa, como ella, “me quedan tres años, dos meses y 17 días de vida”?
R: Sí, sí, todo el rato. Es el personaje con el que me siento más identificada. Incluso le he dado un nombre mío, mi Twitter es Bruna Husky, pero es anterior al personaje. No he empezado aún a escribirla, pero tengo algunas ideas, algunas notas. Probablemente será la última Bruna. Me siento muy identificada con esa cuenta atrás, con esa idea de la muerte. La inmensa mayoría de la gente vive como si fuera eterna, menos algunos neuróticos, Woody Allen y yo entre ellos, que pensamos en la muerte todo el tiempo.
P: Usted ha dicho que sus novelas de ciencia ficción son las más realistas. ¿Esa ficción es una manera mejor de contar la realidad?
R: Sí, en mis novelas contemporáneas soy poco detallista, son más de psicología de personajes, sin muchas descripciones; pero en las novelas de ciencia ficción soy hiperrealista. He intentado hacer un mundo que sea lo más real posible y en muchos casos hasta probable, desde el punto de vista social, el tecnológico, el científico.
P: Y una de las presencias que lo determina todo en ese mundo son los efectos del cambio climático.
R: Sí, si haces una novela de dentro de 100 años el cambio climático, hijo de nuestros actos, está ahí, sin ninguna duda. Hay una cosa que me irrita mucho de la mala ciencia ficción, que de repente se van a 200 años más adelante y ya la gente no come. ¡Pero por Dios, si ha habido cocinas desde Pompeya! Habrá otras formas de comer, pero lo seguiremos haciendo.
P: ¿Cree que somos conscientes de las consecuencias del cambio climático?
R: Creo que cada día se hace más evidente, pero es tan enorme que mucha gente no lo asume. Aunque cada vez hay menos negacionistas, la gente no sabe qué hacer con el cambio climático. Entrevisté a James Lovelock hace más de 20 años y me decía que ya era irreversible. Podemos intentar atrasarlo lo más posible, a ver si cae la suerte de que haya un descubrimiento científico, que no podemos ni pensar, que permita darnos una salida. Estamos como el enfermo terminal de cáncer, hay que intentar alargar lo más posible a ver si entretanto aparece una droga milagrosa, pero no pinta.
P: ¿Qué le diría a un negacionista?
R: Imposible, nada. Soy muy discutidora, capaz de hacerlo en el ascensor con un completo desconocido, pero ya he discutido tanto en ese nivel básico de ignorancia y ceguera, que con la razón no puedes demostrar nada. ¡Pero si les pasa a los terraplanistas, que les enseñas fotos y películas y las niegan!
P: Otra de sus batallas es la animalista, y con esta sí tiene actividad en Twitter.
R: En Twitter sí; ahí solo contesto las cosas cariñosas y también retuiteo aquellas llamadas de ayuda de animales, precisamente por la capacidad de diseminación de esa red.
P: ¿Nos define como sociedad cómo tratamos a los animales?
R: Absolutamente. El lugar que ocupan las mujeres en la sociedad y cómo esa sociedad trata a los animales son dos de las líneas divisorias de lo que una sociedad es. Y otra es la salud dental de la población; y la mental, claro.
P: ¿Estamos avanzando en estas cuestiones?
R: En conjunto hemos avanzado, pero estamos ahora en un momento de riesgo de retroceso bestial y muy peligroso en todo el mundo. Inventé Labari [un lugar de las novelas de Bruna Husky] como el sitio más horroroso, bestial, machista, esclavizante, dogmático, hiperreligioso…, el sitio más atroz, y a los dos años apareció el ISIS y era mucho peor.
P: Pero usted siempre ha renegado de la novela como panfleto, para convencer de nada a nadie.
R: Desde luego, para eso hay otros géneros, como el ensayo. La novela está hecha para intentar mirar en esa zona tenebrosa y zozobrante que tenemos dentro de nosotros. La novela pone palabras en aquello que es indecible, es un viaje de conocimiento personal, no escribes una novela para enseñar nada, escribes para aprender. Nace de tu inconsciente, no la controlas; suele transparentar tus ideas, pero a veces sucede todo lo contrario. Tolstoi, que era un machista atroz, escribió Anna Karenina contra el progreso, y le resultó un personaje como ese, feminista, porque escuchó a su personaje.
P: En sus novelas los personajes suelen ser empáticos. ¿Las redes matan la empatía?
R: Creo que no, también veo mucho cariño en las redes. Lo que están haciendo las redes es darle visibilidad a la gente más mala, al 13 o 15 por 100 de la población; son números estables, pero parece que son más porque se les hace caso. Y los estudios dicen que esos números son más altos entre los políticos y las grandes empresas, así que me surge una pregunta inquietante, porque soy muy evolucionista, ¿sirven para algo los psicópatas? ¿Tienen un lugar en el mundo?
P: Siempre ha escrito desde el feminismo.
R: Sí, porque el feminismo no es cosa de mujeres, es cosa de todos; el antisexismo si quieres llamarlo, que es lo contrario de la ideología patriarcal, que es reductora, destructora, esclavizante para las mujeres doblemente, pero también para los hombres. No concibo ahora mismo una persona con un mínimo alcance cultural que no sea antisexista, de la misma manera que hay que ser antirracista.
P: Y estamos también en un momento delicado en este aspecto.
R: Ha habido muchos avances en todo el mundo con respecto a la conciencia de la mujer en el mundo, con los animales, pero el progreso no es obligatorio, la historia se mueve y si hay un tirón hacia el progreso suele haber un contrabalance reaccionario. Ha habido grandes avances en este campo y vuelve la reivindicación machista, igual que ha habido grandes avances en el siglo XX en la creación de las supranacionalidades y ha habido un recrudecimiento de los patriochiqueros y de los nacionalismos más miserables. Y todo empeorado por la ola neofascista y la crisis del 2008, que se solucionó muy mal, con el empobrecimiento del 25 por 100 de la población.
P: Ursula K. Le Guin, una escritora a la que admira, dice que, frente a las personas de granito, con sólidas y firmes ideas, ella es de barro y quien pisa en ella, deja huella. ¿Es usted de granito o de barro?
R: Soy de barro total, de granito cero y además no me interesa. Reconozco dos maestros, que además conocí cuando ya había escrito dos o tres novelas. No es que me enseñaran el camino, es que lo que yo buscaba ellos lo habían llevado a un nivel sublime, que yo nunca alcanzaré. Son Vladimir Nabokov, en la parte hiperrealista, grotesca y de construcción de estructuras, y Ursula K. Le Guin en la parte más mítica. Son de los grandes escritores del siglo XX.
P: Usted tiene tres obras muy distintas al resto de su producción, La loca de la casa, La insoportable idea de no volver a verte y El peligro de estar cuerda, que es su última publicación. ¿De dónde salen?
R: Sí, la inmensa mayoría de mi producción son novelas y luego tengo estos tres libros, que yo llamo artefactos literarios. Justo se cumplen 20 años de La loca de la casa y acabo de descubrir que escribo un artefacto literario cada diez años. Y tengo otro en la cabeza que quiero hacer, que quizá sea mi último libro, pero como tengo dos novelas antes, será para dentro de 10 años. Son libros libérrimos. El primero es un libro sobre cómo se produce la creación y es muy interactivo, juego con el lector. El segundo es sobre el duelo y sobre cómo vivir una vida mejor, cómo aprender a vivir una vida más serena incluyendo el duelo, claro. Y el último, que termina hablando también de la muerte, es sobre la salud mental, a qué llamamos realidad. Son libros que he escrito cuando he tenido la madurez para hacerlos.