CSN Juan Carlos Lentijo, exdirector general adjunto del OIEA - Alfa 47 Revista Alfa

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Juan Carlos Lentijo, exdirector general adjunto del OIEA

Juan Carlos Lentijo (Pedrosa del Rey, Valladolid, 1959), ingeniero industrial, se incorporó en 2012 al Organismo Internacional de Energía Atómica, en Viena, primero como director de la División de Instalaciones del Ciclo y Tecnología de Residuos y, desde octubre de 2015, como director general adjunto y responsable del Departamento de Seguridad Nuclear. Atrás dejó una trayectoria de 28 años en el Consejo de Seguridad Nuclear, donde ocupó entre otros puestos, los de jefe de proyecto de Centrales Nucleares, inspector residente, subdirector general de Emergencias, subdirector general de Protección Radiológica Ambiental y director técnico de Protección Radiológica. Cumplido sobradamente el periodo habitual de su cargo en el OIEA, el pasado junio regresó al Consejo como asesor de Presidencia. Texto: Ignacio Fernández Bayo | Periodista de ciencia

“El mundo no aceptaría un nuevo accidente nuclear de envergadura” 

PREGUNTA: ¿Ha encontrado cambios en el Consejo tras estos nueve años?

RESPUESTA: Aún ando un poco desubicado porque, aunque los procesos son los mismos, hay alguna innovación, incluso tecnológica, que te cuesta asimilar, pero la ventaja que tengo es que mi relación profesional y personal con todo el mundo es muy buena y me resulta fácil acceder a las personas y a los proyectos. Ahora me han encargado que ayude a identificar los retos reguladores del CSN para los próximos años, teniendo en cuenta el contexto internacional, y espero poder aportar algo.

P: ¿Tiene identificados esos retos?

R: Los de carácter general están identificados en todo el mundo y el Consejo los tiene ya incorporados o dispone de planes al respecto. Muchos tienen que ver con las medidas postFukushima, que se han implantado casi todas; pero lo importante ahora es mantener y reforzar los niveles de seguridad alcanzados. Creo que el reto principal está condicionado por las decisiones políticas sobre la energía nuclear en España, con la parada secuencial de las centrales nucleares. Hay actividades que se van a solapar porque desde el cierre de la primera central van a empezar a pesar también los temas de desmantelamiento, pero hasta que no pare la última central la prioridad, el foco, no se puede desviar de la seguridad de la operación. Habrá que redimensionar recursos, pero mantener la capacidad de supervisión de las centrales en operación y preservar el conocimiento, mientras crece la dedicación al desmantelamiento. Luego hay otro reto evidente, que es la gestión del combustible gastado.

P: Desde la perspectiva adquirida en el OIEA, ¿son homogéneos los organismos reguladores de los diferentes países?

R: Hay cierta diversidad. Hay una parte troncal común, que es la parte técnica, pero la configuración de cada regulador depende de la estructura política de su país. Unos tienen sus funciones temática y regionalmente distribuidas y otros más concentradas. Y también depende del programa nuclear de cada Estado; los que tienen uno muy avanzado le han dedicado también muchos recursos al regulador. Incluso algunos que no lo tenían han buscado apoyo del OIEA y han desarrollado estructuras reguladoras eficaces; pero hay otros que no han tenido la oportunidad de enfrentarse a un reto mayor y tienen reguladores más débiles, con relativamente poca capacidad. El problema es que algunos tienen la legítima ambición de introducir programas nucleares y necesitan ayuda; lo que hace el OIEA es animarlos y ayudarles a desarrollar la infraestructura reguladora necesaria en paralelo con el desarrollo de sus planes, porque, si no, se van a encontrar con problemas y falta de sostenibilidad de sus programas.

P: Otro factor diferenciador debe ser el grado de independencia de cada regulador.

R: En principio las condiciones políticas de cada estado pueden favorecer más o menos ese objetivo clave que es la independencia del organismo regulador. Pero aquí hay que ser prudentes, porque uno tiende a pensar que el grado de independencia depende del modelo de gestión política del país. Sin embrago, hemos visto fallos de reguladores por un problema de independencia en países desarrollados y con democracias reconocidas y, al contrario, organismos reguladores muy fuertes en países que, al menos formalmente, no están reconocidos como democracias.

P: El CSN, e imagino que la mayor parte de los reguladores, no participa en el debate energético, y sin embargo una misión del OIEA es promover la energía nuclear. ¿No hay una cierta contradicción aquí, pérdida de independencia?

R: Bueno, efectivamente una función del OIEA es la promoción de los usos pacíficos de la energía nuclear y sus aplicaciones, pero siempre dentro de un esquema en el que la seguridad es primordial para el desarrollo de un programa nuclear. Quizás podría entenderse cierto conflicto antes de Chernóbil, cuando un único departamento tenía la doble misión de promover y encargarse de la seguridad nuclear. El accidente fue una lección para el organismo, y en 1996 se creó el Departamento de Seguridad Nuclear, para separar ambas funciones. Obviamente hay diálogo entre departamentos e incluso se comparten misiones, pero siempre respetando que el de Seguridad es independiente de los otros. Por ejemplo, algunos países piden ayuda al OIEA para instalar un equipo de radioterapia o radiodiagnóstico, para lo que es necesario que antes del suministro el Departamento de Seguridad Nuclear dé luz verde al proyecto, que compruebe si las condiciones de seguridad del país receptor son suficientes.

P: ¿Hay distintos grados de cooperación entre los países o todos entienden la necesidad de colaborar?

R: Hay una comprensión y un compromiso claro y general de todos los países. A ningún país, tenga el modelo político que tenga, le interesa desarrollar un programa nuclear que no sea seguro. Después de Chernóbil y Fukushima hay un consenso claro de que todo lo que concierne a la seguridad es prioritario. P: Pero en el pasado había un cierto secretismo, al menos en los países del este.

R: Quizás había una sensibilidad menor y tuvo que ocurrir un accidente para que mejorara. Yo creo que ahora está en un momento de cierta madurez, y se comparte información sobre seguridad nuclear, aunque haya peculiaridades y diferencias. Por ejemplo, suele haber una buena armonía cuando se plantean declaraciones globales, resoluciones de seguridad nuclear de los órganos de dirección del organismo. Suele haber sintonía en un 98% de cosas que desde el primer borrador se comparten, pero luego hay peculiaridades que a los países les cuesta más consensuar por su singularidad.

P: ¿Qué peculiaridades? R: Por ejemplo, en el ámbito de la seguridad física, que está muy ligada a la seguridad nacional. Ahí no todo es transparente y los países mantienen cierto secretismo lógico para proteger sus sistemas nacionales. Otro ejemplo es el de algunos países suministradores de fuentes radiactivas, que tienen problemas para aceptar acuerdos internacionales en los que figure de manera expresa que tienen que comprometerse a aceptar la repatriación de las fuentes cuando acaban su vida operativa. No tanto por las que suministran en la actualidad como por las comercializadas en el pasado, que ahora podrían verse forzados a aceptar cuando no tienen garantías financieras y contractuales.

P: ¿Ese espíritu de colaboración significa aceptación de las instrucciones del OIEA?

R: Las normas del organismo nunca han sido, ni creo que lo vayan a ser, de obligado cumplimiento; solo lo son las convenciones, donde los países firmantes se comprometen. Es difícil alcanzar ese compromiso y difícil cambiar lo firmado. Por ejemplo, Suiza promovió una revisión de la Convención de Seguridad Nuclear después de Fukushima para incluir la prevención de accidentes más allá de las bases de diseño de las instalaciones. La conferencia diplomática organizada en 2015 para discutir la propuesta no pudo llegar al consenso necesario para revisar la convención. Hubo países, incluso algunos con sistemas de seguridad muy avanzados que no aceptaron la propuesta. Por eso, en lugar de un nuevo párrafo en el texto de la convención, que sería de obligado cumplimiento, se consensuó la denominada Declaración de Viena sobre Seguridad Nuclear. Yo diría que hay intención clara de armonizar, pero cuando llegas a los detalles se complica.

P: ¿Por qué se opusieron?

R: En una reunión técnica sobre la aplicación de este principio nos dimos cuenta de que lo que pasaba era que había metodologías distintas para afrontar un reto compartido: identificar oportunidades de mejora en la seguridad y decidir sobre la incorporación de modificaciones a las instalaciones previo análisis de su impacto. En algunos países, como los europeos y Canadá, eso se hace mediante las denominadas revisiones periódicas de seguridad; oportunidades de poner todo patas arriba cada diez años para saber cómo está la instalación y proceder a las mejoras de seguridad que se estimen necesarias. Esa era la metodología que de alguna forma se quería imponer, pero otros países se opusieron porque ya disponían de metodologías diferentes, que estaban funcionando eficazmente, y aceptar los cambios propuestos les suponía cambiar su modelo. Nos dimos cuenta de que lo que parecía un disenso grave era solo una diferencia metodológica. Pero sí que hay un compromiso serio por la seguridad, porque todos los países tienen claro que el mundo no aceptaría un nuevo accidente nuclear de envergadura.

P: ¿Su estancia al frente del Departamento de Seguridad Nuclear ha sido tranquila o ha tenido alguna crisis?

R: Ha habido algunas. Si te refieres a accidentes nucleares, no. Ha habido alguno radiológico, pero ninguno con repercusiones globales serias. Desde ese punto de vista, ha sido un período relativamente tranquilo. Quizás lo más complicado han sido dos cosas que ya he citado. Por un lado, conseguir consensos para implantar de forma armonizada las lecciones post Fukushima, aunque he tenido el apoyo de muchos países. Y por otro, todo lo que tiene que ver con seguridad física, que es muy complicado porque se considera una parte esencial de la seguridad nacional. Un logro muy complicado y por ello muy celebrado fue que la Enmienda de la Convención de Seguridad Física de Materiales Nucleares se ratificara en 2016. Esa ha sido una de las mayores dificultades y se cerró con éxito.

P: ¿Está en su mejor momento la seguridad nuclear en el mundo? 

R: Desde el punto de vista histórico, desde luego. Seríamos muy necios si no fuera así después de lo que ha ocurrido. Se han incorporado mejoras, sin duda, pero ¿es óptima? Probablemente tiene recorrido todavía. Las lecciones más importantes de los accidentes no tienen solo que ver con aspectos tecnológicos o procedimientos, sino con la cultura de seguridad. El compromiso de las organizaciones está en la voluntad de las personas que las componen y es esencial que todos, reguladores, operadores de instalaciones, no solo centrales nucleares sino también médicas, industriales, de investigación y otras incorporen esa cultura de forma clara en su mente.

P: Por último, ¿está España suficientemente representada en el OIEA?

R: Podría tener más representación, claro. En la parte que toca a la seguridad nuclear, sí está relativamente bien representada. Por ejemplo, en instrumentos tan importantes como la comisión de estándares, que es donde se guisa la estrategia de preparación de normas internacionales, tenemos representación desde que existe; son unos 20 países, se renueva cada tres años y España ha tenido siempre la representación formal de un consejero del CSN. Luego también hay representantes en los seis comités sectoriales: instalaciones nucleares, protección radiológica, transporte, residuos, emergencias y seguridad física. Y la Red Global de Seguridad Nuclear Tecnológica y Física, que es una red de redes temáticas y regionales, la preside ahora Alfredo de los Reyes, responsable de Relaciones Internacionales del Consejo. España no tiene posición permanente en la Junta de Gobernadores, compuesta por 35 países, donde hay cinco fijos (China, Rusia, Francia, Reino Unido y Estados Unidos), otros en representación de las regiones el mundo, como Argentina, Alemania, Suráfrica y la India, y otros que van rotando con criterios de representación regional. Creo que a partir de octubre España volverá a entrar, por cuarta vez. Estaría bien que tuviera más representación en grupos de expertos, como el INSAG, que es el comité de gurús encargados de definir y analizar estrategias y temas de gran calado en seguridad nuclear. Y en los grupos de seguimiento y desarrollo de nuevas tecnologías, nuevos reactores; porque, aunque no se renueve el programa nuclear, en el futuro puede haber conceptos nuevos y es mejor estar preparado.